martes, 16 de julio de 2019

El agua de Colonia cumple trescientos años
En 1709, un comerciante inventó a orillas del Rin una esencia que olía "a una mañana de primavera en Italia después de la lluvia"
Seguramente científicos e historiadores nunca podrán desvelar donde se inventó la sopa de ajo, en cambio eso no ocurre con el agua de colonia. Se inventó en Colonia, a orillas del Rin, el 13 de julio de 1709. Ayer hizo trescientos años. Y el inventor se llamaba Farina, Giovanni (Johann) María Farina. Naturalmente, era italiano. 

Primera aclaración: aquel agua no es la “echt kölnnisch wasser / original eau de Cologne / auténtica agua de Colonia”, que hoy nos vende “Procter & Gamble” bajo la marca “4711” y sita en el Callejón de la Campana (Glockengasse) de la mencionada villa renana. “4711” es una colonia notable; discreta y elegante, que, a diferencia de las múltiples y estridentes esencias habitualmente adquiribles en aeropuertos y supermercados, no se encuentra en todas las perfumerías, y que tiene también una larga historia. 

Esa historia y calidad convierten su compra, en 2003, por la multinacional norteamericana en algo doloroso y comparable con una hipotética adquisición de cualquier templo de la gastronomía por McDonalds o Pizza Hut, pongamos por caso. Pero no, esa meritoria colonia no es la de Farina. “4711” se creó en 1792, es decir 83 años después del agua de Colonia de Farina, de la que es una antigua rival y enemiga. 

En 1792 un comerciante local llamado Wilhelm Mülher, ante el éxito de Farina, creó su propia agua perfumada y utilizó el nombre de Farina, en lo que podría ser el primer caso de piratería comercial de la historia. Once años después, Mülher tuvo que renunciar a aquel nombre, transformándolo en el “4711” que era el número de su comercio. Las dos colonias siguen produciéndose hoy y peleándose. La 4711 es mucho más conocida, y barata, que la de Farina, que desde 1803 firmó sus frascos para defender su marca atestiguando su autenticidad. El actual Farina, de 51 años de edad, explica que su producto, que en el siglo XVIII se vendía a un precio comparable a medio salario anual de un funcionario alemán, ha mantenido cerca de 2000 pleitos y se lamenta de que la gente asocia la “auténtica agua de colonia” con la 4711, y no con la suya. “Eso solo pasa en Alemania”, dice. 

Bajo el cielo gris de Colonia, seguramente sobrecogido por la nostalgia del emigrante meridional, Johann Maria Farina (1685-1766) evocaba así su invento en una carta que se ha conservado; “he descubierto una esencia que me recuerda a las mañanas de primavera en Italia cuando acaba de llover”. Su técnica era revolucionaria, destilaba alcohol y lo mezclaba con extractos de bergamota, limón, pomelo y otros, hasta conseguir un perfume ligero y sutil, muy diferente de las esencias fuertes entonces en uso. Su fórmula se ha mantenido en secreto y ha estado encerrada bajo llave a lo largo de las ocho generaciones de Farina, todos llamados Johann María hasta el día de hoy, cuando el actual fabricante, el octavo Johann Maria Farina carece de descendencia masculina. 

El italiano inventó su esencia en una época en la que la gente, sencillamente, apestaba. Por temor a supuestas enfermedades, ni siquiera los ricos se lavaban entonces. En las ciudades, la basura seguía tirándose a la calle por la ventana y en las casas no había baños. Es decir, había lo que ahora se describe como “una óptima situación de mercado” para el uso de esos recursos. 


Sus clientes fueron aristócratas y notables, desde Federico el Grande, hasta Göthe, pasando por Napoleón, que sí se bañaba y se embadurnaba de Farina al salir de la bañera. Hoy es un objeto de amplio consumo. Hasta Bill Clinton y algún magnate ruso usan el agua de Farina, un nuevo sujeto que a veces opta por el producto únicamente -O témpora, o mores!, - porque es caro.

4 comentarios:

  1. Buen texto, a pesar de lo largo no cansó. RB

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  2. Y que hay del Agua de Colonia Chichi?

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  3. El bajo a sica que carga la 🐕 de aquí no se le kita ni con 200 galones de esa agua, esa es una puerca sucia y gordísima

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NIURKA BAEZ,
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