Joseph Cáceres

¿Qué pasa con Silvio Mora?

Por Johnny Arrendel

Se puede decir que el músico en República Dominicana es un ser en cierto modo estigmatizado y puede ser objeto de prejuicios.

Hay quienes encasillan a los músicos y cantantes de orquestas populares como seres dados a la vida disoluta, con escaso compromiso social y faltos de cultura y formación en otras áreas.

Bueno, digamos que a los músicos del salón de baile, los callejeros y los de piano bar.

Hay otros, como los que provienen de academias formales y del Conservatorio, los músicos clásicos que actúan habitualmente en el Teatro Nacional y grandes escenarios, los capaces de improvisar o con formación clásica que incursionan en el jazz, al estilo de Michael Camilo y Sandy Gabriel, que más bien son vistos como parte de la élite cultural.

También están los alternativos, folcloristas, de nueva trova, roqueros y de música raíz, que hacen vida en Casa de Teatro, bares, pubs y otros escenarios, quienes tienen cabida en los círculos intelectuales o de avanzada y hípsters.

Pero muchos músicos populares han podido trascender fuera de los escenarios en actividades que requieren formación académica o empírica de considerable rigor. Tenemos el caso de Johnny Ventura, quien es abogado y como político ha sido dirigente partidario de alto nivel; ha formado movimientos de cierta estructura orgánica; alcanzado puestos electivos tan importantes como diputado y alcalde de la ciudad Santo Domingo.

En el mismo terreno artístico y de la comunicación, Ventura ha sido empresario artístico, productor y conductor de televisión y radio.

Pochy Familia, líder de orquesta y compositor, es abogado, experto en Derecho de Autor; lo mismo que Armando Olivero y Andrés Mejía, quienes surgieron a la vida pública como pianistas de bandas de merengue.

Uno de los mayores saltos cualitativos, lo dio el ya fenecido Luisito Martí, quien desde la posición de conguero pasó al frente del Combo Show de Johnny Ventura, desarrolló sus cualidades histriónicas en la interpretación de varios merengues jocoso y luego hizo el crossover a humorista de primera, al punto de que se coló en el clan que encabezara Freddy Beras Goico e integraban celebridades como Cuquín Victoria, Boruga, Julio César Matías y Milton Peláez.

Son muchos los ejemplos de ascenso social y jerárquico, y confirman que el mundo pertenece a los que atreven.

Como Silvio Mora, quien en esta cuarentena, forzada por la pandemia, se ha destapado como un conductor muy capaz de espacios que ponderan la importancia del merengue en el contexto de la realidad dominicana y que transmite por las plataformas digitales.

Pero lo cierto es que este exponente ya reflejaba en sus performances que podía dar más que simplemente cantar en televisión o tarimas y a la hora de tener la necesidad de agitar al público recurrir a los muy quemados gritos de: “Arriba las manos” y “Una bulla las mujeres”.

Bueno, pues Silvio Mora es entretenido, es creativo, es jocoso, es ilustrativo al momento de presentar sus entrevistas con colegas merengueros y hacer rankings de las mejores grabaciones de las figuras cimeras.

Suponemos que sus refrescantes propuestas son productos de sus propios criterios, así que imaginemos lo que pudiera dar este talento si los mejores productores se pusieran detrás de él para insertarlo a modo de componente de la parrilla de alguno de los medios regulares.

En esta vertiente de conductor, analista y entrevistador, Silvio Mora hace un uso inteligente de su propia trayectoria y de esta manera presentarle a la audiencia una especie de" inside" de la industria del merengue, o sea una visión desde adentro.

En lo adelante, Silvio Mora debe ser visto desde una perspectiva diferente, que le ubica como una figura con las mayores potencialidades por su dominio escénico, condiciones para la interpretación y bagaje comunicacional.