domingo, 9 de mayo de 2021

Keanu Reeves (Beirut, 56 años) es una estrella a la que rodea un halo de misterio inescrutable. Detrás de ese rostro sempiternamente joven se esconde una persona que acude a pocos eventos y celoso de su vida privada. Cuando concede entrevistas, esta vez por Bill y Ted salvan el universo (ya en Movistar+), se avisa al periodista de que debe ceñirse a la película y que la hará junto a su coprotagonista, Alex Winter (Londres, 55 años). Más aún: no podrán usarse sus declaraciones para un perfil personal de la estrella a cuya imagen han venerado varias generaciones de espectadores. Desde quienes portaban su imagen carpetera a quienes se enamoran del costumbrismo de la foto en la que come un sándwich en un banco.

Reeves reconoce, aun así, que le pesa no disfrutar del estreno de esta saga de culto con sus seguidores. “Estar en casa estuvo bien, pero hacer una película así y luego no poder celebrarla con palomitas, viajando e interactuando con los fans es una mierda”, dice despeinado, aunque atípicamente afeitado, desde el otro lado del Zoom en una habitación de hotel en Berlín. “Fue una decisión difícil, pero estrenamos durante la pandemia como un rayo de esperanza. Aunque sea una comedia para vivir en comunidad”, apunta Winter.


Para ambos el proyecto era especial, porque han pasado una década de sudor para crear otra desbocada locura. Fue la estrambótica aventura de estos dos jóvenes optimistas que se ven sin comerlo ni beberlo en un bucle de viajes temporales la que les puso en el mapa en 1989 con Las alucinantes aventuras de Bill y Ted. Dos años después, se reunieron en El alucinante viaje de Bill y Ted, una odisea entre el cielo y el infierno (con homenaje a El séptimo sello).

La tercera entrega, estrenada directamente en Movistar+, los reúne como padres de dos veinteañeras, y al lado de Jesucristo, Hendrix y Mozart. Bill y Ted siguen empeñados en dar con la música que una a la humanidad. Y Reeves sigue confiando en esa bondad: “El mensaje inclusivo me convenció. Simplemente sé excelente con el resto y que empiece la fiesta”, rememora el actor, cuyos actos de bondad no publicitados también se han hecho populares: de comprar una Harley a los 12 especialistas de Matrix a mantener una fundación dedicada a hospitales infantiles.


No es casualidad tampoco que Reeves, que dice “interweb” en 2021, contara en 2016 al programa ET que no usa redes sociales porque “la privacidad es muy importante” para él y porque no tiene “nada que decir sobre nada”. Vive ajeno a su transformación en rostro de internet. “Soy consciente de toda la negatividad en el Inter-odio [”Interhate”, dice en inglés]”, bromea hoy.


Quizás esa bondad es la que le empuja a poner el foco en su compañero de reparto, quien, aunque no haya rozado su estrellato, se ha convertido en director de variopintos documentales analizando temas como los papeles de Panamá o Frank Zappa. “Lo que recuerdo del aquellas pruebas de reparto no es el guion, sino la visión del mundo que compartíamos. Hollywood es un circo itinerante. Nosotros fuimos amigos a primera vista”, recuerda Winter. Y añade: “Por eso no queríamos ver adolescentes viejos anclados en el pasado. Han evolucionado con el mundo y la edad. No evitamos la nostalgia, aunque tampoco la buscamos. Había que mirar al futuro y la esperanza. Es una comedia absurda y dulce, pero nos la tomamos muy en serio”. Los Bill y Ted reales jamás perdieron contacto. Conocen a las familias, y, como sus personajes, terminan sus frases (aunque no lleguen a hablar en plural). “Fue muy emocionante reunir a la banda tras tantos años de trabajo. Estábamos simplemente orgullosos de seguir en pie”, señala Reeves.


A Reeves le cuesta rememorar qué buscaba aquel veinteañero en esa primera audición. “Mi ambición sigue siendo la misma que hace 30 años: ser capaz de hacer lo que me gusta. Sigo agradecido por eso. Y muy contento de volver a trabajar en esta época”, comenta a pocos días de ponerse a repartir golpes con John Wick 4 en Alemania, y tras rodar Matrix 4, a la que regresan las Wachowski tras dos décadas: “Tu perspectiva del mundo siempre está en los personajes, e interpretarlos 30 años después es una experiencia limitada a pocos. Construyes dos narraciones separadas por todo lo sucedido en tu vida y la del personaje, tanto con Ted como Neo”. Un momento dulce en una carrera llena de altibajos.


Pero incluso en los fracasos, Reeves estuvo interesado en la experiencia, si bien no parece tan optimista al responder sobre el futuro de las salas. “Sí…”, duda con sorna y evitando detalles. “No me voy a meter mucho en el tema. La comunicación ha vivido una revolución. Lo digital ha cambiado el cine en todas sus facetas, desde producción y exhibición hasta lo cultural y social. Al mismo tiempo, entre tanta plataforma, el mercado es más de nicho”, dice el actor que en 2012 produjo y presentó un documental sobre el salto al digital. “Capturar cierto mensaje de esperanza, pura diversión y una experiencia son cosas que todavía hacen muy bien algunas películas, ¿verdad?”, interpela casi como niño.


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