CARACAS, VENEZUELA.-La capital le sonrió a José Luis Rodríguez este jueves 14 de julio: no llovió, ni hubo alerta repentina de ciclón o cualquier mínimo desastre que impidiera llevar a cabo su tan esperado reencuentro con los venezolanos. 12 años tuvieron que pasar para que se realizara este concierto entre conciertos, para muchos fue una espera que valió la pena.
La Sala Ríos Reyna tiene una capacidad de 2.367 butacas, distribuidas en 24 zonas. Una hora y media después de la convocatoria, pautada para a las 7:00 pm, aún se notaban espacios vacíos en patio central alto y bajo. Balcón, por el contrario, estaba repleto de personas listas para que comenzara el show. El precio de las entradas pudo ser un factor: mientras que los primeros tenían un precio de $150, los segundos se mostraban más asequibles entre $30 y $40.
Sin embargo, muy poco importaba que el aforo estuviese, a esa hora, en un 80%. Las sonrisas, los aplausos y las emociones a flor de piel no se hicieron esperar.
Con el «Alma Llanera» interpretada por El Puma sonando de fondo, el clamor de una fanaticada que lo acompañó mientras corría la grabación fue no menos que impresionante; imágenes de su carrera, conciertos y vida artística abarrotaron las enormes pantallas superpuestas en el escenario para darle vida al show; luces multicolores llegaban a cada rincón de la sala y luego… Silencio.
Un segundo después, el estruendoso rugido de lo que parecía un animal cautivo hizo salir al escenario ese Puma tan querido por los venezolanos; ícono musical de una generación que a punta de «¡Te amo!», «¡Ya era hora, José!» y «Te estábamos esperando desde hace años» se reencontró con un pedacito de la Venezuela que lo vio nacer y que lo hizo crecer como artista.
El escenario fue pensado para rendirle tributo a la música no a la suntuosidad. Grandes pantallas dejaban entrever imágenes que acompasaban las melodías, pero sin exagerar. El juego de luces les rendía tributo a los músicos fielmente. Sus tres exuberantes coristas, sin embargo, se robaron el show.
Mujeres altísimas, con cuerpos de guitarra y prendas ajustadas que enseñaban sus atributos al ritmo de cada canción, hicieron de El Puma un hombre envidiado por el público masculino. Las féminas, la mayoría del público, clamaban por su ídolo al mejor estilo de esas fans enamoradas que Servando y Florentino describen tanto en sus canciones.
Sin mediar palabra sino ofreciendo sonrisas y reverencias agradecidas a los presentes, José Luis Rodríguez comenzó su concierto con la canción «Agradecido», que cantó a dúo con Ricardo Montaner.
Hasta ese momento estuvo animado y de pie. Paseando de un lado a otro como buscando un pez en el agua entre el público; disfrutando con cada palabra coreada y cada grito ensordecedor de quienes fueron a verlo a él. Solo a él.
Al terminar esa interpretación, un asistente de producción puso en el centro del escenario una silla para el artista. ¿Cansancio, fatiga? ¿Tan rápido?
Es imposible pasar por alto que El Puma no solo cumplirá 80 años dentro de pocos meses, sino que, como él mismo lo recuerda siempre que puede, revivió no una ni dos, sino tres veces luego de padecer fibrosis pulmonar y someterse a un doble trasplante de pulmón. Y a pesar de todo, estaba allí, reencontrándose con su país, con su gente.
«Gracias, gracias a todos por estar aquí el día de hoy», rescató con voz emocionada, aunque un tanto débil luego de interpretar su primera canción. «Ustedes significan todo para mí; aquí estamos gracias a su cariño y su amor… Y gracias a Dios», señaló.
Cristo brilló por su ausencia
«Amante eterna, amante mía» siguió en el guion del show. Llamó la atención que, apenas siendo su segundo tema, José Luis Rodríguez dejó cantar al público durante casi toda la interpretación. Hasta su banda dejó de tocar varias veces para escuchar el eco de los vítores y el coreo de los asistentes que se sabían la letra de los pies a la cabeza.
-¿Seguimos?, preguntó el artista al terminar.
-¡Sííí!, respondieron al unísono miles de personas.
-¿Paramos?, dijo con humor.
-¡Nooo!
-¡Así me gusta! Sigamos pues…
Débil pero no abatido
«Dueño de nada» hizo que las energías se desbordaran para José Luis Rodríguez, quien se volvió a sentar para continuar, como si nada pasara, con su show. «Por si volvieras» y «De punta a punta» se impusieron como las favoritas del público quienes nunca pararon de darle ánimos al cantante cuando se le veía agotado.
Sin embargo, una interpretación especial de «Venezuela», mientras una bandera de luces tricolor iluminaba el escenario, hizo que recobrara el aliento para rendirle tributo y dejar plasmado su amor por el país.
«Entramos, salimos, nacemos, morimos, transitamos, no nos quedamos, administramos, no poseemos!, apuntó con mucha emoción. Pero tengo claro una cosa: pase lo que pase, mis cenizas serán enterradas aquí… Solo en Venezuela», manifestó.
Un final con sabor a fiesta
Quitándose su chaqueta insignia de animal print, alegórica a su alias, y quedándose vestido solo con una elegante camisa negra y pantalón de juego, prosiguió su repertorio musical con «Tengo derecho a ser feliz», «Boca dulce boca», «La fiesta», «Pavo real» y finalmente, «Agárrense de las manos», que sería la última canción de la noche y uno de los momentos más emotivos del espectáculo.
El reloj marcaba las 10:30 cuando el público, por más de 5 minutos, permanecía en la sala, aplaudiendo, con ganas desaforadas de más y pidiendo a gritos canciones.
«¡Otra, otra, otra!». La espera fue en vano. José Luis Rodríguez no salió más.
Y así, habiéndose despedido, agarrado simbólicamente de las manos de esas más de 2.000 personas, El Puma, uno de los más grandes artistas venezolanos, cumplió su promesa: a pesar de su edad, de las críticas, de los reveses, las enfermedades y las expectativas, vive en el presente y con una gran compañía, la de su público.
Cuanto me alegra el retorno de El Puma, mi artista favorito
ResponderEliminarJABLADORA...
Eliminaruna vez dijiste que tu artista favorito era...
TITO KENTON.
Es increible que con un solo pulmon y 80 años, el puma canta como siempre, con esa super voz.. Mierda y el mundo ha caido al nivel de Omega, el Alfa y Bad Bunny
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