lunes, 19 de diciembre de 2022

MUY AMIGO DE ORLANDO MARTINEZ, CUANDO VENIA AL PAIS CON ANA BELEN. CON LOS CUALES COMPARTIAMOS ENCUENTROS FAMILIARES EN LA CASA DE ORLANDO...

El plan inicial de Víctor Manuel San José (Mieres, 1947) consistía en marcharse a Madrid para convertirse en músico, ahorrar algo de dinero, y volver a su pueblo asturiano, subido “a un coche grande” y dispuesto a montar allí una cafetería. Nunca llegó a ponerla, porque el veneno de los escenarios le picó demasiado fuerte. “Entré en la música un poco a ciegas, pero empezó a convertirse en un veneno del que ya no podía prescindir. Te acaba gustando el trabajo y ya no te ves haciendo otra cosa. Una vez que metí la cabeza, no pensé nunca en dejar la música, incluso en las circunstancias más extremas o difíciles”, confiesa el cantautor asturiano que es parte de la historia viva de España y llegó a tocar el cielo sin despegar nunca los pies del suelo. Estos días, además de prepararse para el concierto sinfónico con el que el 21 de diciembre cerrará su gira '75 aniversario' en el Wizink Center de Madrid, anda presentando una cuidada antología de 59 temas (La vida en canciones) que, además de recoger todos sus éxitos, incluye rarezas, caras B, joyas perdidas de su catálogo y varias nuevas colaboraciones.

¿En algún momento ha sentido miedo ante la posibilidad de quedarse dormido en los laureles de sus propios éxitos?
No, porque no he sido nada complaciente con mi trabajo. Hago mi trabajo con mucho entusiasmo y, cuando lo acabo, ya estoy pensando en otra cosa, en inventarme otro trabajo, porque la mía es una profesión que te vas inventando cada día y cada año. Ha habido momentos de mucho éxito, en los que no me he recreado, y también momentos más duros. Vas valorando el éxito en función del
fracaso. Cuando las cosas te van regular, valoras mucho la posibilidad de tener éxito.


Pero hoy podría dejar de trabajar y vivir de las rentas…
Sí, claro, claro. Podría hacerlo perfectamente. Aunque no sé, porque ahora la vida se alarga tanto que igual no me llegaban [risas].


Hablando de rentas, ¿deberían los más ricos pagar más a Hacienda?
Creo que sí deberían hacerlo las grandes empresas, esas grandes multinacionales que siempre tienen vías de escape para pagar mínimas cantidades en cada país en el que están. Eso sí que me parece una estafa social.


Creo que los vecinos del pueblo asturiano donde nació todavía le mandan matanza y cosecha. ¿Le sigue teniendo mucho apego a aquel lugar?
Sí, me gusta mucho. La verdad es que el lugar donde pasas los primeros años de tu vida es un pozo que nunca se seca, estás sacando agua de él durante toda la vida. Los recuerdos de la infancia son muy poderosos. Yo no tengo casa allí, pero sí tengo todavía algunos familiares, aunque los principales se hayan ido muriendo. Me gusta mucho volver, sobre todo, por cómo me tratan. Para ellos, en muchos casos, soy casi como alguien de la familia. Hace unos días, estaba firmando discos en unos grandes almacenes en Oviedo y había allí un chavalín que debía tener unos veinte años o así. Cuando le firmé el disco y ya se despedía, me dio unas palmaditas en la espalda mientras me decía: ‘Venga, Vitorín’. Ellos están acostumbrados a verme como a algo más de casa porque, seguramente, en muchas de sus casas hay un disco mío que han visto por allí desde pequeños.


Ha dicho que los años que van desde 1973 hasta 1978 fueron pésimos para su carrera. ¿Qué tuvo más culpa, la censura o que sus discos eran malos?
Había discos que no estaban mal, pero el problema principal fue la difusión. En esos años, no podías sonar en ninguna emisora, ni por supuesto en TVE. Todo eso va tirando de tu carrera hacia abajo. Nunca dejé de hacer discos, algunos muy políticos y otros menos. Hay discos muy curiosos, como cómicos o verdes, que vistos ahora resultan muy estimables. Lo que pasa es que la discográfica Polygram, que era en la que yo estaba, los ha reeditado muy raramente, porque pertenecen a una época de muy poco éxito. Ahora sí los han metido en las plataformas y todo eso, pero son discos prácticamente desaparecidos.


Sin embargo, en 1979 fue usted el artista más contratado del país. ¿Qué diría que motivó aquel cambio tan drástico?
En 1977 o 1978, después de esos años tan politizados, hice una reflexión tras el nacimiento de nuestro primer hijo, David. Me di cuenta de que tenía muchas ganas de estar más tiempo con él, de que me lo pasaba muy bien a su lado. Al mismo tiempo, pensé que de alguna manera debía volver a la industria, tratar de vender discos, etc. El resultado de todo eso fue un disco titulado Soy un corazón tendido al sol que supuso una especie de catarsis, incluso para gente cercana a mí. En ese momento, nadie se esperaba de mí ese disco y todos me daban, si no por desahuciado, por amortizado. Además, la compañía en la que estaba no quería ya saber nada de mí. Les dije que quería renovarme pero no me creyeron y entonces me fui a otra compañía. El director de esa otra compañía hizo una reflexión y dijo que si un chico como yo había compuesto canciones como El abuelo Vítor o Quiero abrazarte tanto no se me debía haber olvidado cómo hacerlo. Efectivamente, no se me había olvidado y lo que les hice fue ese disco que te decía. Fue curioso, porque ahí volvieron a darme premios que me habían dado diez años antes, del tipo de mejor artista revelación. Era como si, de pronto, en el año 1979 hubiera aparecido un desconocido. Trabajé como un bestia porque, a principios de los ochenta, igual hacías 200 actuaciones al año. Era un disparate.


Uno de sus peores momentos fue el día que un grupo de extrema derecha puso dos bombas en su casa. ¿Aquello hizo tambalear sus ideales políticos?
No, para nada. Cuando eres joven te crees inmortal y no piensas en nada. Al contrario, sigues con más insistencia. Bueno, a lo mejor sí hay alguien que se acojona y da un paso atrás, pero no fue ese mi caso. El mismo que puso las bombas, que luego fue detenido por un hecho totalmente casual, antes había mandado una bomba al diario El País, que mató al conserje que abrió el paquete, y había puesto otra bomba en una papelera en Malasaña, que había matado a una embarazada. Por cierto, le vi haciéndose fotos en un chiringuito que tiene en Brasil. Aquella era una situación muy complicada en esa época, los años 1974 y 1975. La complicidad entre la extrema derecha, la Justicia, los militares y la policía era muy estrecha. Había complicidades cruzadas y pasaron años hasta que se desmontó eso.


También les acusaron falsamente a usted y a su mujer Ana Belén de haber pisado la bandera española durante una representación teatral en México. ¿Cómo lleva esta especie de guerra de banderas y carnés de patriota?
En el disco hay una canción, Mi patria no es la misma, donde explico qué pienso yo de la patria y de las banderas. La historia de las banderas es una pesadez. Lo que realmente nos gustaría es darnos con los palos de la bandera pero, como no lo hacemos, entonces cogemos y la ondeamos. Aquella historia fue simplemente una manera de echarnos mierda encima a Ana y a mí. Se demostró que eso nunca había ocurrido pero aquello nos obligó a estar seis meses fuera de nuestro país, en México. Cuando regresamos tuvimos que levantar la losa de 2.000 kilos que nos habían puesto en la espalda. Ana lo hizo con más facilidad porque ella podía hacer cine, pero a mí, que solo era cantante, me jodieron la vida evidentemente. Son cosas que quedan en la mente de algunas personas. Alguna vez nos ha pasado eso de ir caminando por un aeropuerto, que nos crucemos con una pareja ya muy mayor y que veas a uno diciéndole al otro: ‘Mira, los de la bandera’. Es que aquello fue fortísimo. Entonces era como ‘venga, vamos a echarles mierda y a ver cómo se la quitan’, pero en aquella época tú no te la podías quitar porque toda la mierda era oficial y aparecía en la televisión y en los periódicos, que estaban todos controlados. Había ganas de jodernos la vida y realmente nos la jodieron.


¿Considera que el verdadero triunfo del discurso conservador es la autocensura?
Claro. El miedo y la autocensura. El problema más grave que tiene ahora cualquier tipo de expresión artística son las redes. Mucha gente está pendiente de ellas para hacer su trabajo y lo que pasa con las redes es que si te metes de lleno en ellas te pueden machacar y te pueden joder la vida.


¿Echa de menos más altura política?
Todo eso es muy deprimente. La clase política, las maneras de discutir y las formas de entenderse han pegado un bajón. La política es básicamente entendimiento, consiste en llegar a transacciones, donde ni tú cedas mucho ni yo tampoco. Esto es algo mundial, pero aquí hay un gamberrismo parlamentario completamente ridículo. Vemos que hay un partido político populista que da soluciones muy simples a cosas muy complejas, diciendo cosas como ‘Que echen a los inmigrantes’. Pues tú dime a mí cómo se hace eso y, sobre todo, pregunta a cada uno de tus votantes si quieren que la chica que les limpia en casa o el chico que pasea a su padre desaparezcan.


Su colega Joaquín Sabina comentó que ya no es tan de izquierdas “porque tengo ojos, oídos y cabeza para ver lo que está pasando”. ¿Comparte su sentir?
Eso supone que alguna vez fue de izquierdas [risas]. Por un lado, lo que yo percibí ahí es que Joaquín está muy desentrenado. Como nunca habla con la prensa, el día que le pones un micro te canta La traviata, es decir, te cuenta todo lo que quieras escuchar. Por otro, y aunque él es libre de decir lo que quiera, no me ha gustado la generalización que hace de las izquierdas. Yo no sé qué es la izquierda, y lo que no voy a hacer es confundir a la izquierda de Ortega en Nicaragua con la de Nicolás Maduro, o la de Lula da Silva. Ya se verá qué hace cada uno de ellos, y por sus hechos los juzgaremos. No sé si él se referiría a Cuba, pero eso de meter a todas las izquierdas en el mismo saco es algo que yo no entiendo.



4 comentarios:

  1. Ahí lo tienen...Cesariro Suarez
    Vainita Díaz, el que destruyó el estado olimpico.

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  2. Todos doble moral, incluyendo a Orlando Martinez. No le gustaban los abusos de Balaguer pero si los de Fidel.

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  3. Esa cancion narra la historia de dos jovenes con sindrome de Down que se enamoran. Hermosa cancion.

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NIURKA BAEZ,
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