Joseph Cáceres

 Por Johnny Arrendel 

Tienen razón, tanto Alberto Vargas, comentarista principal del matutino El Ritmo de la Mañana, como el periodista Alfredo Villasmil, cuando refieren que Nuria Piera ejerce un periodismo totalmente desregulado y violatorio, incluso, de los derechos elementales de las personas.

Se pronuncian a propósito de la nueva incursión de Piera en un área de consulta, bajo sospechas, infundadas o no, de que una persona ejerce como profesional de la salud sin estar facultada académica ni legalmente.

La ocasión fue para sorprender a la señora Carla Moya, una inmigrante venezolana, a quien Nuria interpeló directamente, tras allanar abruptamente el área donde atendía pacientes.

Sin orden judicial alguna y sin estar acompañada de autoridades competentes, Nuria lo hizo otra vez, invadió una zona restringida, donde convergen personas en situación vulnerable, como es cualquiera que procure ser atendido por condiciones de salud de toda índole.

Pero puede que esta vez a la señora Piera le salieran los tornillos en el queso. Una investigación más profunda del periodista Villasmil apunta a que la doctora Moya ciertamente está titulada como médico cirujana  por una Universidad de Venezuela y que su título estaría debidamente avalado por las autoridades académicas de ese país.

Villasmil, quien también es venezolano, explica justamente, que una cosa es que un médico ejerza en un país, que no sea donde se graduó, sin hacer la revalida o convalidación de rigor y otra que su título académico sea falso, porque nunca estudió o que no completó su programa de formación.

Y resulta que Nuria, además de invadir el espacio de consulta sin estar amparada en una orden, acusó en televisión nacional e internacional y redes sociales a la señora Moya de falsificar su título, mientras que Viilasmil sostiene que él sí  que “hizo la tarea completa y pudo comprobar que la titulación es autentica", de acuerdo a registros oficiales de Venezuela.

Pero nos queremos enfocar básicamente en el atropello que realiza Nuria Piera, al pasarse por alto  sistemáticamente los procedimientos legales, los derechos individuales y la dignidad de las personas.

En la televisión extranjera, sobre todo estadounidense, abundan estos programas de realidad, pero cuando tienen un caso en directo nunca se atreven a penetrar a viviendas.

Cuando abordan personas en las calles protegen sus caras, ya que en tanto no sean acusadas  formalmente y se le presenten cargos debidamente sustentados no podrían ser objeto de imputaciones alegres.

Inclusive, la mayoría de programas de otras naciones donde se presentan debates basados en conflictos o situaciones escabrosas son recreados por actores y con nombres cambiados, porque simplemente hay que proteger los derechos de los involucrados.

Pero en República Dominicana, Nuria Piera actúa como el chivo sin ley. Mas bien, ella impone su propia ley. 

Ni siquiera la Policía, que tiene fe pública, puede allanar espacios privados sin una orden judicial y la compañía de fiscales, pero Nuria sí que puede. 

Muchas veces se habla del abuso de poder  como una de las grandes lacras en la sociedad dominicana  y se visualiza que sólo emana de las autoridades civiles, militares y policiales.

Pero he aquí que el poder mediático también se manifiesta abusivamente en muchas ocasiones y lo peor es que en esos casos no hay otros medios de comunicación o entidades de defensoría que ayuden a las víctimas