Los maestros del arte siempre se han inspirado en otros maestros. También los han imitado o los han copiado o los han robado, que era, esto último, lo que decía Picasso que hacían los genios. ¿Son Dolce (Doménico) y Gabbana (Stefano) dos genios del arte?
Puede que definitivamente después de esta exposición quepa decir que sí. En tiempos de revisionismo, de desvirtuar lo clásico, que dos clásicos, que en un principio no lo fueron, ni puede que quieran serlo y en realidad no lo sean, aborden un proyecto cultural de homenaje a su cultura sin zarandajas a través de sus diseños puede producir cierta envidia donde cosas así no suceden.
París es el escenario, el Grand Palais, donde los modistos italianos han reproducido períodos de su historia nacional sin tapujos como la tradición católica o el Renacimiento. Doscientas piezas de alta costura como lienzo o como libro o como escultura o como partitura.
Un hilo todo lo contrario a invisible donde los vestidos son el formato del cuento, una cosa única, distinta a los imponentes vestidos que «solo» eran parte esencial en la película de Paul Thomas Anderson. Du coeur à la main (Del corazón a la mano) es el nombre. Una sinfonía, un conjunto monumental o una epopeya sobre la costura hecha a mano. Un arte que aquí se alimenta de los otros, orgulloso de su ser.
Es incluso historia de la propia firma representada en su taller amanuense en vivo, que va dejando ver a Miguel Ángel, Da Vinci o Donatello. Están la Venus de Botticelli y las quietudes de Caravaggio y, por dentro de esto, también está la esencia del ser italiano. De la patria, de los orígenes, de los colores de la infancia inolvidable que se eleva desde la cerámica o lo local hasta alcanzar la ópera.
La ópera como sustancia sublime de lo italiano donde el vestido brilla por sí mismo en una representación en sesión continúa de Puccini, Verdi o Rossini. El orgullo de lo propio, de lo mejor de lo propio, incluida la decadencia romántica, la mítica nobleza italiana del estertor de La Dolce Vita y de la nostalgia y el derrumbe de El Gatopardo, la literatura y el cine unidas por el hilo visible de Dolce & Gabbana como si fuera la pluma virtuosa de Giuseppe Tomasi di Lampedusa.
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NIURKA BAEZ,
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