El reconocido experto en negociación internacional Nelson Espinal Báez analiza en esta entrevista el reciente ataque de Estados Unidos a instalaciones nucleares de Irán, el rol de Donald Trump y las posibles repercusiones globales. Aborda el tema con serenidad analítica, sin ideologización ni simplificaciones.
¿Cómo evalúa la decisión del presidente Trump de atacar las instala-ciones nucleares en Irán?
En un contexto donde muchos consideran que Israel ha empujado a Estados Unidos a involucrarse directamente en el conflicto, y aunque es una decisión que puede ser cuestionada desde el punto de vista constitucional y carece del respaldo multilateral habitual, paradójicamente es más Republicana que trumpista. Es de esas decisiones que, aunque políticamente incómodas, responden a una lógica estratégica que —aunque discutida y hasta cuestionada— estuvo latente en muchos centros de poder desde hace años. Irán ha sido, durante décadas, una fuente de financiamiento y respaldo estructural a redes y milicias involucradas en desestabilización regional. El golpe no es solo militar; es simbólico y geopolítico.
¿Qué impacto tiene esto en el tablero internacional?
Es un golpe doble. Contra Irán, pero también contra Vladimir Putin. Rusia ya ha perdido buena parte de su influencia operativa en Siria y ahora ve debilitarse a uno de sus principales aliados en el Medio Oriente. Y ni China ni Rusia harán nada. Debemos señalar que en Occidente, en el fondo, hay un consenso silencioso de que Irán debía ser contenido. Incluso en declaraciones recientes desde Berlín—sin importar la literalidad exacta de laspalabras— se ha transmitido la idea de que Israel ha estado haciendo el trabajo que muchos no se atreven a asumir. Con este ataque, Estados Unidos lo ha asumido directamente.
¿Cree que Biden habría hecho lo mismo?
Es posible. En el contexto actual Biden podríhaber llegado a una decisión similar, pero probablemente habría seguido el procedimiento institucional tradicional: consultar al Congreso, construir una coalición de respaldo multilateral, y más. Y eso habría significado perder el efecto sorpresa. Trump, con su estilo característico, actuó con inmediatez, lo cual le permitió marcar el ritmo del conflicto. Esa es una diferencia táctica, no necesariamente de fondo.
¿Qué escenario se abre ahora?
El más delicado es el de la reacción iraní. El régimen opera bajo una lógica que no responde estrictamente a la racionalidad estratégica clásica del modelo occidental, sino que se articula desde su visión teocrática del poder. Eso lo hace más impredecible. Pueden responder de varias formas:
1. Atacando bases militares estadounidenses, lo que provocaría bajas y afectaría a Trump políticamente .
2. Amenazando el estrecho de Ormuz, por donde transita una parte fundamental del petróleo global. 3. Activando células en terceros países, con atentados que internacionalicen el conflicto.
Ahora bien, hasta este momento, Irán no ha demostrado capacidad de fuego convencional suficiente para una confrontación abierta. Su modelo ha sido históricamente asimétrico e indirecto.
¿Este ataque abre o cierra puertas a una negociación?
Depende de cómo se gestione el “día después”. En el lenguaje de negociación hablamos de un movimiento externo que busca reconfigurar el campo de juego antes de sentarse a la mesa. Si Irán percibe que aún tiene una salida digna —es decir, que no está completamente humillado—, es posible que busque canales diplomáticos. Pero si interpreta este ataque como un acto de anulación total, entonces su respuesta puede ser irracional y muy peligrosa.
En síntesis, ¿Trump hizo lo correcto?
Ninguna guerra es buena y prefiero el orden internacional basado en reglas. Ahora bien, desde un punto de vista estratégico, dio un paso que muchos gobiernos contemplaron pero no se atrevieron a ejecutar.
No hablo aquí de moralidad política, sino de la racionalidad geopolítica que guía a los Estados frente a amenazas percibidas.
Lo difícil no fue atacar: lo complejo será gestionar las consecuencias, evitar que la región se incendie y, si es posible, transformar este punto de inflexión en una oportunidad diplomática.
A veces, como enseñan los clásicos del pensamiento político, el orden necesita fuerza, pero siempre que esta fuerza esté subordinada a un objetivo de estabilidad sostenible.
¿Y qué impacto tiene esto en América Latina, especialmente en países como Venezuela?
Venezuela es uno de los principales perjudicados. Irán ha sido su aliado clave para sortear sanciones y sostener su aparato energético y militar. Este golpe debilita ese eje y deja al régimen más expuesto. Cuba, que también ha contado con apoyo iraní, podría verse afectada. Y en un plano más amplio, la región observa con atención cómo se reposicionan actores como China y Rusia, que han buscado influencia estratégica en América Latina. Este ataque puede alterar ese equilibrio.
¿Puede Corea del Norte entrar en escena ante este nuevo panorama?
Corea del Norte observa este conflicto con lógica propia. Comparte con Irán un historial de alianzas tácticas y un lenguaje de confrontación con Occidente. Pyongyang podría interpretar este ataque como una advertencia o como una oportunidad para presionar en sus propios términos. En un tablero global donde la fuerza vuelve a marcar las reglas, Corea del Norte no permanecerá indiferente. El desafío es que no reaccione con provocaciones que abran un nuevo frente de inestabilidad.
(AS)
ResponderEliminarISRAEL...IRAN...
y todos esos países que tienen siglos peleándose entre sí...y que tratan a las mujeres como si fueran animales, pero que además tienen leyes absurdas y criminales contra su propia gente, deberían ser borrados del mapa.
La Humanidad está "JARTA" de ese pedazo de planeta y de sus gobernantes.
Ojalá se auto aniquilen. (AS)
PD: recuerden esto: ante la segunda bomba atómica/nuclear, de este conflucto, vendrán (NUESTROS CREADORES): a poner orden para ayudarnos a pasar al siguiente nivel.(AS)