En los últimos días hemos visto, con asombro y hasta con indignación, la aparición de una versión alterada del Himno Nacional de la República Dominicana, rebautizada por algunos como «himno nacional lésbico».
No se trata de un simple ejercicio artístico: estamos hablando de la manipulación de uno de los símbolos más sagrados de la nación.
El Himno Nacional no es propiedad de un grupo, ni de una ideología, ni de una causa particular. Es el eco de nuestra historia, la voz de nuestra independencia y el juramento de unidad que nos legaron Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Ramón Matías Mella.
Cambiarle las letras para adaptarlas a intereses específicos, por más nobles que se presenten, es convertir un símbolo de todos en bandera de unos pocos.
Hoy es el himno. Mañana, ¿será la bandera? ¿El escudo?.
Cuando abrimos la puerta al caprichoso sobre los símbolos patrios, debilitamos el tejido que nos une como pueblo.
La Patria no se honra alterando las palabras que nos identifican; se honra defendiendo los intereses colectivos, trabajando por una justicia que funcione, una educación de calidad, un país seguro, productivo y transparente.
Si de verdad queremos rendir tributo a Duarte, Sánchez y Mella, no lo haremos reescribiendo lo que cantamos, sino cumpliendo lo que ellos soñaron: una República Dominicana libre, digna y unida.
Los símbolos patrios no son lienzos para agendas particulares; son el reflejo de nuestra historia y deben ser preservados con el respeto que merecen.
Quien de verdad ame la patria, que lo demuestre con hechos, no con modificaciones oportunistas a su himno. Porque la República Dominicana no se defiende cambiando letras: se defiende con acciones.(En Segundos.Net)
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NIURKA BAEZ,
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