miércoles, 20 de agosto de 2025

 

Representa la calle El Conde, en la denominada Ciudad Colonial, en Santo Domingo, capital primada de América, un impresionante escenario de incontables vivencias colectivas y edificaciones emblemáticas, testimonios indelebles de episodios históricos trascendentales del pueblo dominicano.


En ese tramo rectilíneo de una connotación singular aún se advierte la dinámica comercial, cultural y artística del principal centro poblado de la nación, donde sus vetustas edificaciones coloniales, no obstante su evidente abandono, continúan deterioradas como huellas indelebles de un pasado esplendoroso en una tierra caribeña salpicada de variopintos y hermosos paisajes.


En esta estrecha y concurrida vía peatonal, donde constantemente fluye y se entrelaza el parroquiano capitaleño con los turistas de diversas nacionalidades, prevalece, lamentablemente, en condiciones lastimosas, una vasta riqueza arquitectónica arropada por el olvido y la falta del remozamiento inexorable para su preservación y agradable disfrute intelectual y visual.


De manera imponente y diversa, allí se concentra un conjunto de valiosos vestigios de un ayer que, conforme a lo observado, no luce tener, en lo inmediato y desde hace un considerable tiempo, los dolientes imprescindibles.


Las alarmantes manifestaciones de descuido y la carencia de una atinada valoración histórica y turística del hoy denominado Conde Peatonal, además de ser evidentes y acentuadas, reflejan un proceder gubernamental incongruente y una irresponsabilidad colectiva que rayan en lo insólito y en lo inadmisible.


Como muestra irrebatible, vale resaltar el sistema cloacal que allí funciona, del cual emana un hedor constante, insoportable y contaminante.

En aparente manifestación de desvergüenza nacional, en esta emblemática callejuela se exhibe, con el mayor descaro posible, el destartalado Edificio Copello, sin sus ventanales y cristalerías, donde todo indica que predomina el haberse olvidado que ese inmueble fue la sede del Gobierno del Pueblo en Armas, encabezado por el glorioso coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, en abril de 1965.


Frente a aquella ruina, como parte de la pavimentación de la calle, existe una pequeña tarja, fragmentada y desteñida, donde, a consecuencia de las pisadas de los peatones, la orina y defecaciones de algunos animales, sus inscripciones originales para resaltar la significación histórica ya mencionada presentan dificultades para su lectura.

Asimismo, genera irritación el detenernos a observar las deplorables condiciones en que se encuentra la parte frontal del majestuoso y llamativo Edificio Diez, de uso mixto, en cuyo levantamiento intervino Benigno Trueba, obra considerada como una de las joyas arquitectónicas construidas en los albores del pasado siglo, cuyos balcones, con una decoración en hierro moldeado y diferentes en cada piso, embelesaban al más insensible de los transeúntes.


Una situación similar también se percibe al contemplar el hoy desdeñado, y ayer esplendoroso, Edificio Baquero, diseñado por el nombrado ingeniero boricua Benigno Trueba.


Su estructura, en el presente, pone al desnudo un aspecto ruinoso, proyectando sus ventanales un desolado ambiente residencial y comercial, que lacera la memoria histórica.


De aquella monumental edificación, pocos recuerdan que en su interior funcionó, por primera vez en la República Dominicana, un novedoso elevador eléctrico para la movilidad interna de sus visitantes y ocupantes.


Actualmente, se extraña el aromático y suculento café dominicano servido en La Cafetera, iconográfico establecimiento para el diálogo edificante, el disfrute de las artes plásticas, la poética y la política, entre otras realidades.


Sin hiperbolización alguna, El Conde Peatonal de los sueños, el romance, el disfrute de la lectura, la poesía y las tertulias de diversos tópicos, luce ser parte de un ayer bucólico y olvidado, que poco importa en el presente.


Ni siquiera es motivo de interés para quienes se abrazan con el esparcimiento que muchas veces permite, en familia o individualmente, sumergirse en las actividades comerciales que posibilitan la adquisición de diferentes mercancías o alcanzar la satisfacción con algunos servicios.

La cantidad de carteles que llaman a la renta o compra de espacios en diversos locales comerciales y residenciales, además de aquellos abandonados y repletos de malezas, son más que un indicador de que la referida vía peatonal ya no ofrece los atractivos que en tiempo atrás le caracterizaban.


Siendo esa la amarga, triste y preocupante realidad de la emblemática calle en la Ciudad Colonial de La Atenas del Nuevo Mundo, urge diseñar y desarrollar todo un proceso de reingeniería en procura de rescatar el atractivo y el esplendor que, en todos los órdenes, le caracterizaron.


Tal imperativo es tan inmediato que ojalá pudiese ser materializado antes de concluir el interesante y engorroso proceso de remozamiento que, desde hace un considerable tiempo, viene siendo realizado en las diversas calles y algunas edificaciones de la citadina zona colombina.


Si no es mucho sugerir y esperar... ¡Ojalá que así sea!

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NIURKA BAEZ,
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