
Si en algún lugar me gustaría vivir en el país es en la villa de Altos de Chavón, la Ciudad de Los Artistas, la que he vuelto a recorrer para emborracharme de nostalgia, recordando los días de inmersión en su escuela en los cursos de edición y producción de televisión.
Esta réplica de una aldea mediterranea del Siglo XVI se empezó a construir en el 1976 como un regalo de cumpleaños de Charles Bludhom, presidente de Wulf & Western a su hija Dominic, la esposa de Hatuey Descamps, en los altos del Rio Chavón ubicada en los linderos de Casa de Campo.
La villa de casas de piedra recrea la Europa mediterranea, con sus iglesias, restaurantes, galerías de arte, museo taíno, tiendas, discotecas, estudios de artistas, escuela de diseño y el anfiteatro.
Paradógicamente en Santo Domingo tenemos una auténtica villa colonial, no una réplica, como ésta de Chavón.
Sin embargo, no puede uno evitar sucumbir al encanto de la vida contemplativa y bucólica que sugieren estas callejuelas, a través de las cuales transcurre el tiempo envolviéndonos en el efluvio de tierras lejanas.
Transmite un dejo de misterio como el de las viejas ciudades europeas, lo cual no deja de tener su encanto.
Por eso me encanta Dublin, cargada de ritos y leyendas, lo que en mi provoca una fascinación especial, debo confesar.
Y es que las ciudades mueren cuando no tienen muertos...

Pero, la villa de Altos de Chavón es demasiado joven para ser habitada por fantasmas como los que se dice moran en las profundidades de las catacumbas de la zona colonial de la capital y sus voces que se levantan con los tañidos de las campanas de los templos coloniales.
Para mí nada más fascinante que buscar fantasmas en un castillo o en un cementerio en Edimburgo, aunque después de decir esto es probable que no me lleve bien con los asépticos, pero en modo alguno puedo aceptar los mandatos de lo que solo esgrimen los postulados de su caducidad canónica.
Me impediría reivindicar valores como la belleza, la ternura y la libertad, que para mí es "tuétano" puro.
Lo contrario sería sepultar la utopía y dejarse llevar por ''les feuilles mortes'', con lo cual sería imposible levitar sobre los sarcófagos de vampiros y fantasmas a los que siempre por ignorancia se les ha temido.
Por mi, los asépticos se pueden seguir lavando las manos con agua bendita...