lunes, 7 de enero de 2008
El Pacto de un Pato en el Patíbulo
Me han pedido que continúe publicando anécdotas de la gente de la farándula, tal y como lo hacíamos en la revista Galería del periódico El Nacional, que fue uno de los segmentos más leídos de ese suplemento. Bueno, trataremos de complacer a esos amigos, y en esta ocasión nos vamos para la ciudad de Santiago. Sucedió que a los compadres Ciprimar y Claudio Ceoncepción, cronistas de arte, les regalaron un pato durante una visita que hicieron a un amigo que tenía una granja. De regreso a casa, El Cipri le propuso a Claudio que sacrificaran el ave, y que cada uno cogiera su mitad. -Compadre, mire, no vale la pena matar ese pato. Vamos a mantenerlo y a engordarlo, para que después rinda más- le dijo Claudio. El Cipri estuvo de acuerdo y le dejó el pato a Claudio para que éste le diera engorde en el patio de su casa. Pasó el tiempo y a Cipri hasta se le olvidó el pato. Pero un buen día, mientras escuchaba la radio, pusieron el merengue “Pato Robao” con Fernando Villalona y de inmediato le vino a la mente el ave de la cual era co-dueño. Así que se dirigió a la casa del compadre para ver el tamaño que ya debería tener el pato. -Compadre, y nuestro pato?-preguntó El Cipri de entrada. -Compadre, y usted no supo?-respondió Claudio. -Qué cosa-inquirió Cipri. -Oh, el pato se salió del patio, y fue a cruzar la calle y vino un camión y lo mató. -Quee!. Pero compadre, y como pudo suceder eso? -Ay si compadre, yo hasta lo lloré...y grande que estaba. -Caramba, compadre, pero si lo mató un camión por lo menos me hubiera avisado, porque de todos modos lo cocinábamos y aprovechábamos-reflexionó Cipri. -Mire compadre, el camión era de los grandes y le pasó por arriba con ocho ruedas mellizas. Fue aplanao que quedó, !aplaniningo! No se podía hacer nada. El Cipri no tuvo más remedio que creer la versión de su compadre y se fue a su casa un tanto triste. Cuando se iba lo único que le resultaba un tanto curioso y sospechoso era que cuando su compadre relataba lo que le había sucedido al pato, involuntariamente se saboreaba y se pasaba la lengua por los labios.
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