En una ocasión en que Sergio Vargas se presentaba en el anfiteatro de Altos de Chavón, los editores de espectáculos y periodistas de arte invitados fueron alojados en las villas de Casa de Campo, como solía suceder en aquellos tiempos en que los grandes conciertos eran patrocinados por el desaparecido Baninter.
Una época en que algunos periodistas recuerdan con nostalgia, pues aparte de pasar un fin de semana maravilloso en el resort más famoso del Caribe, alojados en lujosas villas que acogen con frecuencia a famosos y a millonarios, los chicos de la prensa recibían generosas dietas en efectivo, como parte de las “amenidades” de los anfitriones, para que nadie pasara trabajo.
Juan José Travieso (Pareja) uno de los socios de la empresa de Sergio en ésa época, cursó una invitación a los periodistas para que asistieran a una cena que ofrecería en la villa donde estaba alojado.
A la hora convenida comenzaron a llegar los invitados, que se congregaban en el área de la piscina de la villa, donde sería la cena.
Pero, !oh sopresa!, el menú que había preparado Pareja era un “locrio de salchichón”.
La protesta fue generalizada, pues nadie esperaba que en un lugar tan exquisito se convidara a un menú tan despreciable, propio de cualquier patio de “villacom” o “villametro”.
-Cómo es posible que tú invites a uno a un locrio de salchichón en Casa de Campo?- dijo uno.
-Pero tú te está volviendo loco?. No es que yo sea como Carlos Batista que no come arroz, pero esto es el colmo!- gritó otro cronista indignado.
-Eso es un descrédito, porque si por lo menos fuera una paella valenciana, pero un locrio?- dijo otro.
-Ojalá que esto no se sepa, porque si la gente de Casa de Campo se entera, te mandan a sacar de aquí por abusador!- dijo alguien.
Pareja estaba impasible, con una sonrisita maliciosa. No le importó que algunos se marcharan y hasta que le mentaran su madre.
Los que se quedaron “por pechuses”, lo hicieron insistiendo en que detrás de todo debía haber algo mejor pues querían creer que todo era una broma.
El tiempo pasó, y el caldero del locrio ahí sin destapar.
Hasta que vino un guapo y dijo:
-Bueno, deja ver a qué sabe el tollo éste, ya que vinimos...
Destapó el caldero, se sirvió con una cuchara y dijo: -!Oh, mira después de todo no está mal!
Acto seguido todo el mundo se sirvió no sola una sino hasta dos y tres veces, entre ellos el periodista Cristhian Jiménez.
Al otro día los que se fueron pelearon con los que se quedaron “dizque por traidores”, pero sobre todo porque se acostaron sin cenar y no los llamaron cuando comprobaron que el locrio de salchichón de Pareja estaba bueno.
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