sábado, 9 de febrero de 2008

Doña Casandra en los Tiempos del Cólera

La celebración de los premios Casandra acapara no solo la atención de la clase artística, sino del público que sigue a las figuras en el arte.

Son muchos los artistas jóvenes, y sus seguidores, que no llegaron a conocer a Casandra Damirón.

La ven sólo como un nombre lejano, que de repente aparece en cada inicio de año, desde que diciembre y las navidades pasan, ocupando la atención en periódicos, revistas, programas de radio y páginas de internet.

El nombre de Casandra suena ahora en medio de ésta campaña más que el de cualquier candidato a las elecciones.

Pero, quién fue Casandra?. Muchos conocen lo que de ella siempre se dice, en cuanto a su aporte como cantante y cultivadora de nuestro folklore, que la llevaron a convertirse en una de nuestas principales embajadoras artísticas de los años ciencuenta y sesenta.

Cuando artistas como ella alcanzan dimensiones míticas y se convierten en figuras de leyenda, la fantasía de la gente suele colocarlas por encima del bien y del mal.

Pero Casandra como artista también estaba envuelta en todas las veleidades y situaciones que suelen darse en el mundo del arte , con los egos, la competencia y los chismes que se ponen de manifiesto.

Nosotros que le conocimos en pleno apogeo de su carrera vivimos su época de lucha y del enfrentamiento que se dio entre folkloristas en los años setenta, cuando Fradique Licardo regresó de Europa y arremetió contra los folkloristas tradicionales.

Basándose en sus niveles academícos de investigación Fradique descalificaba el nivel profesional, la capacidad y los estudios de Josefina Miniño, René Carrasco y de Casandra Damirón.

De manera despiadada Fradique profería toda suerte de ataques en contra de ése grupo, en una época en que los cronistas de arte se podían contar con los dedos de una mano.

En gran medida fui una especie de refugio y de muro de contención del grupo de Josefina, Casandra y Carrasco frente a la andanada de fuertes ataques que Fradique montaba en su contra.

Diversas eran las reuniones en su casa, en el Palacio de Bellas Artes, donde participamos para articular la defensa y el contrataque de los folkloristas tradicionales, donde Casandra llevaba la voz cantante, por su temperamento contestario y su verbo encendido al que muchos le temían.

Era una mujer capaz de enfrentar hasta a los gobiernos, con un temple digno de cualquier líder.

Pero Casandra tenía también su “quiquilla y sus preferencias por algunas figuras del arte.

Recuerdo que ella no quería saber de Vickiana, cuando la santiaguera vino a la conquista de la capital.

Fuimos los primeros en publicar una fotografía a color de vickiana en la columna Arte Nacional, que en su primera etapa incluía fotos de artistas (Hace 35 años, como quien no quiere la cosa).

Recuerdo que Casandra organizó un coctel en su casa, para darle la bienvenida a la cantante Angela Carrasco, que había venido desde España. (Eran frecuentes los cocteles, agasajos y actos sociales en su residencia).

Como habíamos publicado una foto de Vickiana, Casandra quiso echarnos indirectamente “una vaina”, cuando de manera despectiva dijo “Que en el medio había “una cosa” que no cantaba que se llamaba Vickiana.”

Era terrible doña Casandra cuando alguien no le simpatizaba, o desde su punto de vista no era cantante.

Quizas esos rasgos que la mayoría de los cronistas de arte que le rinde homenaje con el premio desconocen, son los mismos que en defitiva le confieren singularidad a la premiación, tan cargada a veces de contradiciones.

Así era Casandra, señores, como el premio que lleva su nombre.

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NIURKA BAEZ,
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