Una de las mayores limitantes que tienen muchos artistas dominicanos es la falta de mercadeo de imagen.
No reparan en el detalle de que además de las condiciones y atributos de su paquete de oferta, se debe tratar de crear un nicho en el mercado que le permita aprovechar al máximo “su cuarto de hora”.
Un artista no puede ser muy “terrenal”. Si lo es, si se parece en su accionar al común de la gente, se pierde el encanto y la magia tan necesaria para manter el interés y el fervor de la fanaticada.
No puede salir de un “show” donde la gente ha pagado por verlo y montarse en un carro püblico, porque ahí mismo se le cae la imagen.
Con ello no queremos estimular a que se vaya entonces a los extremos, como es hacer ostentaciones exageradas.
La figura püblica tiene que pagar su necesaria cuota de sacrificios si en verdad quiere posesionarse y permanecer en el interés de la gente.
Por eso resulta chocante el comportamiento de ciertas bellas megadivas, que de noche las ve usted en lugares como Sophia’s en compañía de un ingeniero contratista del gobierno, tomando Don Perignon, picando bastoncitos de mero y gambas al coñac, saliendo de allí montada en un Ferrari, para luego aparecer al día siguiente en pantaloncitos cortos, con un tubi en la cabeza, calzando unas chancletas “pisañeca”, para comprar un plátano, un huevo y un paquetico de café en la bodega de la esquina, cuando muy bien pudiera pagar el “delivery”
Después se quejan de que los "tigueres" les faltan el respeto.
Se les va todo el "glamour" a éstas réplicas de Cenicienta, que de noche encantan y de día desencantan.
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