Ahora que se cumple un nuevo aniversario de la revolución de abril del 1965 se me ocurre recordar un hecho que con el tiempo cae uno en cuenta de la manera inocente conque a veces se asume la época de la adolescencia.
Los norteamericanos invasores habían creado nuna zona demilitarizada en torno al sector de Ciudad Nueva y de la llamada “ciudad intramuros” controlada por los constitucionalistas.
A Tony Raful, que éra uno de los líderes del grupo de amigos que compartimos una infancia común, se le ocurrió la idea de que fuéramos a la Fortaleza Ozama que se encontraba bajo el control de la revolución, después de haber sido desmantelado el cuartel de la policía denominado “cascos blancos” que allí operaba como grupo de represión para desbaratar movilizaciones durante el régimen del Triunvirato.
Nadie se atrevía a llegar al lugar porque en la azotea del edificio de Molinos Dominicanos habían unos francotiradores norteamericanos con potentes rifles con miras telescópicas cuyo “hobby” era “tumbar” a soldados constitucionalistas.
Eran tan certeros en sus disparos, que de allí surgió el refrán de “ Estan tirando y es de los Molinos”.
Las paredes de las calles del entorno ternían pintados granes letreros donde se le advertía a gente del peligro que representaba cruzar por esas calles prohibidas
El caso es que el grupoo de mozalbetes, con Tony Raful a la cabeza, nos metimos “de frescos” a la abandonada Fortaleza Ozama, que de frente tiene precisamente “a boca de jarro” el edificio de los Molinos.
En nuestro afán por la literatura (teníamos un círculo de estudios literarios denominado César Nicolás Penson) nos dedicamos a recoger un montón de libros desparramados en las oficinas de la Fortaleza que fueron abandonados cuando los constitucionalistas desalojaron y apresaron a los policias que estaban en ese recinto).
Salimos de allí con montones de libros que nos impedían ver hacia el frente.
Pero, qué va!. El retumbar de los disparos de los fusiles de los francotiradores en la azotea de los Molinos nos sorprendió en el camino, haciéndonos ver que el asunto era en serio.
!Adios libros!. La corrida fue tan espectacular que de allí salimos con la cosabida expresión de que uno está vivo para algo.
Pero., oh! curiosidad y vueltas que dá la vida.
Hace algunos años, mientras escuchaba jazz y tomaba Jack Daniel en un bar en el Village de Nueva York donde un diletante entrado en años, veterano de guerra, me dijo que había estado en el país al escuchar que soy dominicano,
El señor nos decía con orgullo que había estado en Vietnan y también en Santo Domingo.
Que había pertenecido al cuerpo especializado de francotiradores y ello nos hizo recordar de inmediato la ocasión en que estuvieron al matarnos por estar buscando libros en la Fortaleza Ozama.
“Take it easy”, nos dijo en un inglés con acento californiano.
Dijo que los disparos que nos hicieron fueron de amedrantamiento porque por las potentes miras telescópicas ellos veían "si el objetivo" andaba armado.
Que no les disparaban a mujeres ni tampoco a niños, porque de haber querido tampoco hubieran fallado.
Que los altos mandos lo primero que les dicen es que deben evitar alcanzar a los civiles porque esos hechos sirven como medio de propaganda para desacreditarlos.
La explicación me satisfizo, aunque lo único malo es que con ella se me fue el mito de considerarme un “héroe de la revolución” solo porque me dieron una corrida, como han hecho muchos que no “largaron” un solo tiro y que cada vez que llega abril quieren que los glorifiquen.
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NIURKA BAEZ,
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