En una ocasión en que trajeron al país al Ballet Africano no quise perderme la oportunidad de presenciar la afamada destreza de los bailarines de la reputada agrupación.
Las presentaciones se desarrollaban en el auditorio de Bellas Artes donde me tocó sentarme a mitad de la platea.
La función empezó muy bien, y de verdad que la danza de esa compañía africana era fenomenal, cargada de alegorías y reminiscencias ancestrales del Africa lejana, con sus mitos, leyendas y el sincretismo de sus ritos y creencias paganas.
Solo que a medida que iba avanzando la actuación del ballet se iba incrementando un “tufillo” molestoso que con el aire acondicionado le entraba "frio de contrabando" a uno por la nariz.
Sabía que eran emanaciones de la piel negra africana, resultado de la pigmentación de esa raza genéticamente pura, diferente a la nuestra que es un coctel de fusiones.
El penetrante olor se hacía cada vez más insoportable y al mirar a los que me quedaban al lado me di cuenta de que había gente “sufriendo callados” el insoportable "aroma", pero que se hacían los desentendidos y disimulaban muy bien para no alterar su imagen de “gente culta y refinada”.
Quien no pudo aguantar fue un señor que estaba al final de una hilera de butacas, que sin reparo alguno sacó su pañuelo y se tapó la nariz.
Traté de aguantar lo más posible, pero llegó un momento que con el trepidar de los bailes, los bailarines cada vez sudaban más.
Había en el ambiente un “grajito encendío”, al punto de que en un momento pensé que me iba “a poner malo”, como dice la gente , y no me quedó más remedio que hacer como Leoncio: Huir por la derecha!
Ya fuera de Bellas Artes, respiré profundamente aire fresco y no contaminado de los jardines del teatro. Estaba medio mareado...
En eso me ve el chofer de un autobús que estaba en la puerta exterior de entrada y salida al escenario que me dijo
-Apueto a que sé que le pasó a uted ahí dentro- me dijo con su vocabulario coloquial.
Intrigado le pedí que me dijera.
-Mire, uted ta’ afixiao con los moreno ahí adentro. Yo soy el chofer de esa guagua en que se transportan. No quiera uted sabé cuando lo fui a bucá al aeropuerto,. En el camino tenía que sacá la cabeza por la ventanilla de la guagua porque el bajo no se aguataba adentro y hata por poco choco por ta' manejando con la cabeza pa’ fuera.
Después de la explicación que me dio el chofer lo compadecí por "la pela" que de nuevo iba a coger despues de esa actuación para llevarlos al hotel donde estaban alojados.
Me fui de Bellas Artes y con el malecón cerca, me quedé por ahí cogiendo un airecito fresco del mar y reflexionando sobre costumbres, hábitos, características de los diferentes pueblos del m undo.
DONDEQUIERA SE CUECEN HABAS
Y para que no crean que solo son los "prietos" que "contaminan", permítanme contarles otra experiencia en una cultura muy diferente a la africana.
Andando con el grupo Aventura en un recorrido por Europa visitando Alemania, Suiza y Austria también vivimos experiencias muy desagradables.
Viajábamos en las famosos autobuses hoteles, en los cuales se come, se duerme, se va al baño.
Al llegar a una presentación en Suiza al aubobús que ocupábamos junto a los integrantes del frente de Aventura subió una hermosa muchacha blanca y rubia integrante del “staff” de asistencia a los artistas con una bandeja de refrescos, cervezas, whisky.
Una chica muy atractiva que no desaprovechó la ocasión para pedir autógrafos y retratarse con
los muchachos de Aventura.
Muy bonita... pero el único problema era que inundaba el ambiente de aire acondicionado de la guagua con su potente olor de las axilas.
Era un "machetico" lo que tenía debajo de los brazos...
Ahí mismito se nos fue el interés por su belleza, porque !Virgen de la Altagracia! era un verdadero “rechín” lo que salía de esa muchacha.
Feliz Vinicio Lora y José Antonio Aybar, que andaban en la gira, coincidieron conmigo en que estaba fuerte “marcharle” a esa muchacha, en tanto que Franklin Romero comenzó a teorizar argumentando que ese olor era parte de su cultura, que para ella era imperceptible, que no se daba cuenta.
Quienes no le “paran bola a “olores” ni “sabores” son los músicos.
Esos tigueres no tienen que ver, porque delante de la misma muchacha, como no hablaba español, se le escuchó a uno decir:
-Eso no tiene que ver...Yo me tapo la nariz y “le marcho”.
El caso es que mientras uno más conoce mujeres de otras culturas, valora más a las dominicanas, con su tradición de limpieza y su delicadeza.
Hasta las mujeres pobres de aquí, usted vé que después que los lavan , se estriegan con su mismo pantie en el baño.
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Joseph, quien huia a la derecha era Leoncio un leon rosado de muy finas costumbres y por demás sumamente educado. La proxima vez llevate una mascarita de la que usan los casco negro en los lios de la UASD.
ResponderEliminarSaludos,
Ese no era Leoncio era MELQUIADES...y era una pantera rosada o un puma...nunca se ha sabido lo que es. En cuanto al olorrrr...e' duro compai!
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