Amigo Joseph:
En el mercado dominicano existen empresas que merecen reconocimiento en diversos grados por la calidad que caracteriza sus productos o servicios.
Una marca que se mantiene y hasta podríamos decir se ha fortalecido a través de décadas
es Barra Payán, establecimiento ligado indisolublemente a la vida capitalina, especialmente a la nocturna, aunque opera las 24 horas.
No tengo entendido que ese negocio emblemático de la avenida 30 de Marzo haga labor de relaciones públicas o publicidad a nivel de medios, pero en lo particular me siento complacido con sus servicios y la verdad, quisiera que nunca desapareciera.
El mismo pan siempre, ingredientes de calidad estandarizada; batidas, jugos de temporada: cereza, guayaba, frambuesa, chinola y el de fresas, que sin duda se cotiza entre los mejores en su clase. Un abanico de ofertas, los jugos K engloban los elaborados con leche evaporada. También la clave "en dieta", para asegurar que su pedido sea preparado con edulcorante artificial o pan integral.
Creo que Barra Payán ha salvado matrimonios. Es de rigor que cuando a un dominicano le coge la madrugada fuera de su hogar, se presente ante la doña que le espera encabritada con un "sanguchito" de jamón y queso, un completo o cubano, en las manos, acompañado del correspondiente lechoza con leche o granadillo, para ver si la ablanda y le perdona la parranda.
En otro orden
Agradezco que Joseph Cáceres le dé cabida a las colaboraciones que humildemente le enviamos algunos amigos. Es preciso valorar que la penetración de Merengala es grandiosa ya que el comunicador que la sustenta acumula vivencias que expuestas como sólo él lo hace convocan el interés público.
Me inclino porque las cosas se digan de manera diáfana, sin disfrazarlas. En ese sentido recuerdo que Cáceres fue el primero que se atrevió a escribir, entre otros temas llamativos, sobre sus experiencias alucinantes en la vida nocturna de lugares lejanos, como Europa, cuando todo era nebulosa en torno a nuestras muchachas que se la buscan "planchando sábanas con la espalda", en el viejo continente.
En ese entonces Santo Domingo ni soñaba la apertura y desenfado con que ahora se tratan los temas escabrosos en los medios. Merengala reditúa con mayor agresividad esa línea iniciada en la revista Galería, y lo bueno es que en esta ocasión la magia del Internet permite que muchos de los protagonistas, antes velados, figuren con nombres propios.
Por cierto, hace tiempo, había suspendido los estudios de comunicación para laborar en una empresa privada, al reanudarlos años después me encontré un aviso clasificado mediante el que Galería solicitaba un mensajero. En ese entonces, elaboraba una que otra nota de prensa y decidí responder a esa oferta de trabajo para ver si comenzando desde abajo podía insertarme posteriormente como redactor del principal suplemento artístico del país.
Deposité la solicitud en Galería, una oficina aparte dentro de la redacción de El Nacional, y cuando la secretaria me llamó acudí presto a la entrevista. El problema vino cuando la joven preguntó que si tenía licencia de conducir. Pensé que necesitaban sólo un motorizado y no quise confesar que para esa época no sabía conducir automóviles. Se que Joseph debe tener ese expediente por algún lado, ya que ha revelado que todo lo guarda.
Más de algún modo llegué a vincularme con Galería. A Juan Antonio Cruz Triffolio le suministraba muchas de las fotos de chicas en trajes de baño que adornaban su columna en el dominical. Pero ya ven, con alta satisfacción tengo hoy la oportunidad de colaborar con Merengala de manera ocasional.
Johnny Arrendel
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