Joseph Cáceres

 PICA POLLO DE LOS CHINOS

Ay qué liiiicoooo!

Por Orlando Holguín

Como de vez en cuando Joseph nos “echa guararé”, al visitar restaurantes donde disfruta de unos platos tan suculentos, que habría que buscar un traductor para que nos diga de qué diantre se tratan, aquí estamos nosotros para defender la “comía” popular, y para ello tenemos que volver a hablar de los chinos.

Sin dudas los chinos dan ejemplo de buenos negociantes. A mediados de los 70’s, junto a nuestra madre, visitábamos Foto China, (fotos a blanco y negro) en la avenida San Martín, casi esq. Dr. Delgado. En la San Martín, estaban, además, las joyerías-relojerías y quedan algunos supermercados, también de los chinitos. Pero donde los orientales la sacaron por los 414 del anterior Busch Memorial Stadium (de los Cardenales de San Luis), es en el negocio más visitado, el lugar donde no importa que llueva, que sea lunes a las diez de la mañana o día de duelo nacional, para que la gente de todas clases se dé cita allí: las cabañas.

Antes de las cabañas, eran los restaurantes-reservados (¡El Peso de Oro, cuántos gratos recuerdos!). Los reservados estaban dentro del mismo restaurante y allí se podía hacer lo mismo que en un hotel de la época, solo que con más incomodidad y con el peligro de que cada pareja escuchara el desenfreno sexual de las demás (claro, como todos éramos pecadores, no importaba), o de que el mozo u otro visitante abriese la protectora y cómplice cortina, y te encontraran en el acto más paradisíaco que pueden experimentar dos personas de sexo contrario: el pecado original (fornicar). Hoy día, los reservados no tienen tanta vigencia, pues ya todo el mundo se va directo al matadero (ya ni las discotecas sirven de peaje), es decir, las cabañas. Allí, (según me han dicho), se come, se bebe, se ve televisión, se oye música, se echa un sueñito y se echa… bueno, ése no es el tema.

Los chinos ahora han invadido la capital con los llamados Pica Pollo. El asunto comenzó de lo más calladito, pero les están comiendo los caramelos a muchos lugares de comidas rápidas, incluyendo a los pica pollo ya establecidos. ¿Dónde está el secreto? En el precio, amigos. La crisis ha obligado a todo el mundo a buscar lo más barato. Y que no me vengan con que es comida chatarra, pues la hay en cualquier parte del mundo. Adonde los chinos, con 400 pesos, cuatro personas se dan tremenda “jartura”. El asunto aquí no radica en qué estoy comiendo, sino en cuánto estoy comiendo y a qué precio. Es decir, los orientales les han echado una vaina a  algunos restaurantes que, si usted entra, le dicen, “son 500 pesos”. Usted pregunta, ¿y por qué? y le contestan: “Usted acaba de respirar dentro del local”. De los chinos, usted sale jarto, no tiene que pagar casi 400 pesos de impuestos por cada 700, pide para llevar, y los empleados no tienen el letrero en la cara que dice claramente: “¿Cuánto me vas a dar de propina?” ¿La calidad? Dejémonos de mojigaterías, tenemos estomago de concreto. Usted difícilmente lea un titular que diga: “Turistas dominicanos abandonan Alemania con disentería” (diarrea), como sucedió con unos alemanes que abandonaron el país “a cañito” debido a los alimentos ingeridos en un hotel de la Zona Norte.

En fin, los chinos están jartando a los dominicanos, a aquellos que no pueden ir a pomposos y rimbombantes restaurantes, donde la arrogancia y el lujo están presentes, y donde por un “Aceitunas Envueltas en Salsa de Mejillones Encabronados” (acabamos de inventarnos un plato), podrían cobrarle hasta mil pesos más impuestos. Y que conste, que algunos de estos restaurantes (no todos) no llenan los requisitos de sus esplendorosos precios. Que quede claro, además, para los que quieran diferir, que, con el asunto de los chinos, no estamos hablando de comer fino, sino de jartarse a bajo costo, de salir “timbí”, “abombao”, “ajito”, jarto como un perro, que es lo que gusta al dominicano. Para ello están los llamados pica pollo de los chinos. ¿Se ha dado usted una jartura donde estos chinos? Sea sincero, no lo oculte.