Tenía 1 kilo de potencia, pero en la capital mantenía buena audiencia
Me inicié como locutor bajo la orientación de Hugo Hernández LLaverías, en su emisora Radio Tricolor en el año 1962.
Mi horario de labor era de once de la noche a cuatro de la madrugada, por lo que mis oyentes iban desde personas insomnes de ambos sexos, alistados y oficiales en servicio de las fuerzas armadas y la policía, hasta mujeres de vida alegre.
Eso determinó que me convirtiera en confidente de féminas despechadas por abandono de sus amantes, y de otras no correspondidas por hombres con los que tenían un cerebro.
Todas me solicitaban sus canciones favoritas, y en ocasiones pasaban de la gratitud por complacerlas al romance, generalmente de escasa duración.
Hugo llegaba a la emisora pasadas las diez de la noche, y laboraba en su oficina, acompañado de su esposa, la curvilínea Inés, en medio de tragos de café, y fumando un cigarrillo tras otro.
Tricolor tenía un kilo de potencia, por lo que su alcance era limitado, pero en la capital mantenía buena audiencia, lo que se ponía de manifiesto en las innumerables llamadas telefónicas de los oyentes.
El hiperactivo empresario partía al filo de la medianoche en busca de anunciantes, especialmente de centros de diversión nocturnos, publicidad que era recopilada en una libreta, bautizada por su dimensión como “la Biblia”.
Debido a que el dueño de la emisora era estricto en cuanto a la disciplina y el cumplimiento del horario de sus empleados, estos aprovechaban cualquier circunstancia para ejercer lo que denominaban “el desquite”.
Un día que fui a cumplir con mi faena madrugadora, quedé sorprendido al ver al locutor que sustituí, lanzando al aire, para luego atrapar, la cabeza del micrófono, que había despegado de su base.
Las melodías de un long play se sucedían, mientras el silencioso locutor se divertía, pues no corría riesgo de cancelación, porque Hugo se encontraba en una provincia donde las ondas de su emisora no llegaban.
Ese incorregible bromista apeló al recurso de despojarse de la vestimenta una noche, debido al calor imperante, porque el abanico de techo del estudio estaba dañado.
Por la pequeña emisora han desfilado figuras connotadas de las artes, los deportes, la política, en calidad de locutores, en alguna etapa de sus vidas.
Por eso Inés Abreu viuda Hernández habla con orgullo y memoria envidiable, relatando anécdotas de la historia de su amada Radio Tricolor y del talentoso artífice del micrófono con quien compartió gran parte de su vida. (Publicado el diario Hoy el 11 de febrero del 2011)
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