Joseph Cáceres

Dice un refrán que "tanto arregló el diablo al hijo, que hasta le sacó un ojo".

Esto aplica para las mujeres del medio que han convertido en un relajo el ir donde el cirujano plástico, para que les haga arreglos y les ponga implantes.

No es criticable que una mujer procure mejoría en su aspecto, recurriendo al escalpelo, al bisturí,  o que si lo cree conveniente se haga implantaciones en senos y nalgas, siempre y cuando se ponga en manos de alguien que tenga criterio.

Pero, como decimos, hay mujeres que han hecho de ello una rutina.

Algunas han ido hasta cinco veces al cirujano y se han gastado millones en implantes y cirugías por todas partes, dinero que en la mayoría de los casos, no sale de ellas, sino de los maridos, amantes  o chulos adinerados que las complacen en todos sus caprichos.

Y en eso han caido, y siguen cayendo hasta los "generales", que se han gastado una fortuna en los caprichos estéticos de sus mujeres, algunas de las cuales, por  cierto, han salido tan mal agradecidas, que los botan como gollejos, después de haberlos "exprimido". Y no tenemos que ni siquiera mencionar nombres, porque lo que decimos está "tácito y sobrentendido".

Hay mujeres que ya no buscan a un viejo rico para que las monte en un carro, porque ya los tienen, sino que persiguen al que se haga cargo de sus operaciones.

Y han sido intervenidas tantas veces, que usted las ve por ahí con una artificialidad que trasciende por encima del vestido, como se puede verificar en el caso de Evelina y de Carolyne, a cuyos cirujanos se les fue la mano al procesarle nalgas y caderas, en proporciones que  no les ayudan.

Se hacen un trasero voluminoso, pero mal cuadrado, por lo que algunas parece que tienen detrás una "paletera" o un banquito de limpiabotas.

Se vale "arreglar", no exagerar añadiendo más de la cuenta.

Por lo demás, deberían acudir a facultativos con reales credenciales, para que no se les sigan explotando las tetas, y los implantes de nalga no se les salgan de "cauce".