martes, 13 de septiembre de 2011


Con frecuencia abordamos el tema del merengue tradicional y su declive, señando el hecho de que la vigencia y las efervescencia por el género ha llegado a un grado extremo.
Hemos hablado de los arreglistas y compositores que se han quedado rezagados en el tiempo.
De la disminución en el número de estaciones de radio que tocan merengue, que a diferencia de los ochenta, casi todas eran de "música popular variada", no existían las emisoras habladas (talk show), tantas de balada, de hip hop, rock, salsa, religiosas y hasta en francés  y clases de inglés como hay ahora.
Hemos dicho que el público del merengue tradicional ha ido envejeciendo, y que en su mayoría es gente conservadora, que no acude  a los bailes ni activa como fans de ningún intérprete.
(Sólo hay que ver la cantidad de abuelas que adoran al Mayimbe, pero que no van a una fiesta)
También hemos aludido a la desaparición de las casas disqueras que sustentaban la discografía y la promoción a las orquestas.
(No es lo mismo ahora, que los tiempos en que se tenía a un Bienvenido Rodríguez con el sello Karen "tirado a la calle" con las principales figuras del merengue, por solo citar un caso).
Hoy día tampoco hay empresarios totalmente merengueros, como lo fue José Tejeda y su Carnaval del Merengue, que bastante brillo le daba a las orquestas.
Todo eso es parte del problema.
Pero no se debe dejar de lado ni olvidar un factor muy importante.
Los grandes exponentes del merengue tradicional no son los pobres y hambrientos de fama y fortuna de otros tiempos.
En su lucha por la supremacía y la popularidad todos se "entregaban a la causa" cuando eran pobres.
Luchaban desde la trinchera, en el día a día, en un afan permanente por lograr vigencia, y con ello le daban realce al merengue, que cuando usted no lo encontraba en Fuego Fuego, Yemallá, Safari, en El Caribeño, en el Rokamar, en el Pony, la Piscina de San Cristobal, en Mondy Disco, el Nuevo Venezuela, en el Típico, en la discoteca Omni, se iba a cualquier pueblo cercano y ahí estaba.
Los merengueros hoy son millonarios, están acomodados, disfrutando de flotillas de automóviles de lujo, grandes y suntuosos pent-houses, villas, fincas, tienen grandes inversiones, y no es verdad que se van a sacrificar como en los tiempos de antes, promoviendose ni dando calor a la gente.
Cuál de ellos hace lo que hacía Johnny Ventura, que luego de regresar de tocar en un pueblo, se detenía a comer sadwiche en la barra Dumbo, y desde allí se dirigía con un "completo" y un jugo de china a Radio Clarín, para halagar a Rubén Darío Aponte, que estaba allí madrugando con "La Ciudad Alegre"?.
En ese tiempo Rubén era "El Gordo Gordo", dueño de las madrugadas, y con un gesto así de El Caballo, no digo yo tocarle "Matilde Lina" y "Guataco" y repetirle el taco.
Una especie de relaciones públicas muy directa y "caliente" si se quiere, pero que surtía su efecto.
Los locutores y la gente del medio se metían en la trinchera y asumían a los artistas del merengue como sus favoritos.
Es lo que explica los bandos wilfridistas, johnnyventuristas, mayimbitas, que predominaban en esos tiempos.
Había calor, entusiasmo, y aunque también había payola, no se puede negar, predominaban afectos, cariños y tratos especiales con la gente, cosas que no se dan en estos tiempos.
Lo que ha pasado con nuestra música es lo más parecido a la de los peloteros de Grandes Ligas, que luego de que llegan a las más altas posiciones más nunca vuelven a nuestro terreno de juego, a no ser para una exhibición o hacer prácticas. Y ni así.
Si quieren saber más  sobre lo que está pasando con el merengue, pienso que no queda mucho que contar. En gran medida esto lo resume todo.

1 comentario:

  1. y claro, de que no hubo relevo por querer ser protagonistas unicos.

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