sábado, 5 de noviembre de 2011


El Show en los tiempos de escasez de creatividad
Por Orlando Holguín
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Uno de los problemas para escribir acerca de los medios, sobre todo de la televisión, es que no podemos ser juez y parte. Por eso, al hacerlo nos vamos más por el lado mercadológico, que por el de de la mera crítica farandulera.
Frases de algunas figuras, sobre todo de la televisión: “Hay que sonar” o “Lo importante es sonar”. ¡Cuidado!, las cosas han cambiado. Si hay algo que ha modificado el comportamiento del dominicano en cuanto a la pantalla chica se refiere, es la televisión por cable. Hay que verlo como un fenómeno social que marca un antes y después en lo que respeta a la tele, pero con muchos efectos colaterales incluidos.

El dominicano no es muy dado a leer la prensa escrita, aún sea gratis.  Los chicos en las universidades están más desconectados de la realidad social de lo que imaginamos, y es porque a la mayoría no le interesa la prensa desde un punto de vista social, mientras la televisión sí tiene preponderancia en sus rutinas de vida, no obstante la computadora está invadiendo ese terreno a una velocidad indescifrable.

A mi campo (en la culta y olímpica ciudad de La Vega) la energía eléctrica llegó en el año 1976, gracias al gobierno de Balaguer. Ahora bien, jamás iba a imaginar que en ese mismo campo hoy día la muchos de sus habitantes iban a tener televisión por cable, aun vivieran en callejones.  La Vega está ahí “mimito”, como diría un cibaeño, pero en ciudades más lejanas, una compañía, generalmente local, ofrece este servicio. A esto sume las pequeñas parábolas que oferta una compañía de teléfonos que también ha incursionado en lo que la gente llama “El Cable”.

¿A qué viene todo esto? Antes de la llegada de la televisión por cable, nosotros éramos, si se quiere, una especie de consumidores domésticos de todo lo que ocurría en el mundo del espectáculo
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Era difícil, por ejemplo, tener a manos todas las informaciones que hoy llegan del mundo hollywoodense. (Aunque el desaparecido Jose Jasd nos mostraba algunas fotos que se tomaba con algunas estrellas de la gran meca del cine).
Es decir, sobre lo que ocurría en el mundo del entretenimiento, en el patio nos teníamos que conformar con lo que escuchábamos en los buenos programas de farándula de radio de le época, con lo que leíamos en los periódicos y lo que nos llegaba en las revistas de Editorial América (Vanidades, Buenhogar, Cosmopolitan, Hombre de Mundo, entre otras. En fin, las informaciones eran en su mayoría  del entorno.

FREDDY
Siguiendo con la televisión, el único programa que pasa de dos horas que este servidor se ha “tirao” de cabo a rabo ha sido El Gordo de La Semana, sin pasarnos por la mente que un día nos tocaría escribir libretos en su último año de existencia, pero mucho menos que estaríamos sentados en la mesa de producción  donde escucharíamos las tajantes palabras de Freddy para decir un “no más Gordo”, aún la desaprobación y desacuerdo de René Brea y Jean Carlo Beras, quienes trataron de convencer al “Apóstol” de la televisión para que el show siguiera, pero no tuvieron éxito.

Pues bien, igual sé que les ha pasado a muchos de los que tienen más de 35 años,  El Gordo representaba unas seis horas de entretenimiento, información y orientación, sin dejar de lado el humor, la política y la labor social. Desde nuestro punto de vista, fue y ha sido el mejor y más completo programa de larga duración de todos los tiempos. Ahora bien, ¿si El Gordo volviera en estos precisos momentos, y Freddy (EPD) se fuera a China a hacer un reportaje sobre la Gran Muralla, tendría el mismo efecto que en aquel entonces, cuando en Discovery nos han dicho hasta cuantos edificios iguales que el Empire State se harían con el material de los más de 8 mil kilómetros de largo que se calcula tiene esta gran obra? Estamos seguros de que no.

1 comentario:

  1. La intención fue buen pero no para tanto. Estuvo bien se puede decir del programa bien logrado, pero decir que fue el mejor no creo.

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