LECTURA SABATINA

El concierto vacío

Hoy en día, no es poco común que en notas periodísticas o reseñas de espectáculos y eventos culturales, se aprecie que la gente no va a los conciertos de música clásica. En diversos países, el gobierno u otras organizaciones invierten en cultura y promueven la  formación de orquestas para poder presentar conciertos. Una vez que los músicos tienen el sustento, entonces lo que se busca es que la gente vaya a los conciertos, pero la gente no lo hace y entonces, todos nos quejamos.

Desgraciadamente, a veces me percato de que los mismísimos directores (las personas encargadas de organizar) no entienden el funcionamiento de esto. Después de un fracaso de concierto (en entradas) dicen cosas como:

“La gente no asiste a los conciertos, eso muestra el poco interés por la cultura que se tiene”; o bien, “qué falta de cultura”.

Este es un punto en el que se debe de tener cuidado, porque ese es el pensamiento de muchas personas en el ámbito cultural. Esperan que la gente asista a los conciertos porque es cultura, y a la gente debe de importarle la cultura. De cierta manera, lo hacen parecer como  si “la gente tiene que ir porque es su deber moral o su deber como ciudadano”. Piensan que el público tiene la obligación de ir, tan solo por lo que significa el concierto culturalmente. Ahí está el error.

No, no estoy diciendo que a la gente no le debe de importar la cultura. Pero ¿Por qué esperan que la gente vaya al concierto solo por el hecho de que tiene que importarle? ¿Es eso acaso lo que pretende la orquesta? ¿Introducir a la fuerza la cultura que el público no quiere recibir?

La gente no debe ir al concierto solo porque éste  “es cultura”. La gente debe ir porque le gusta. ¡Ah!...  Ahí está el problema, porque muchos sabemos que mucha gente va a los conciertos solamente para verse “cultos” (o que les importa la cultura) cuando realmente se la pasan durmiendo con ojos abiertos y tosiendo, no están escuchando a la orquesta y por lo tanto no tienen un verdadero gusto. Por momentos hasta sentimos que estos personajes son importantes, por el hecho de que si no llegaran ellos, la sala estaría aún más vacía.

Así es, la gente que llega al concierto debe hacerlo porque le gusta lo que va a apreciar. Para eso pagó, para disfrutar. Aquí es donde aparece la triste realidad nuevamente: no hay gusto por la música clásica en la gente. La gente no tiene la culpa, porque no saben lo qué es realmente. Piensan que es solo un tipo de música más como las que escuchan en la radio o en otros lugares. Y como en estas “músicas” el gusto sucede casi de manera espontánea al oír una pieza, piensan que con oír un poco de música clásica, ya pueden decir “no me gusta”.

El gusto de la gente normal por la música clásica solo llegará cuando la gente pueda apreciarla, es decir, pueda escuchar. La tarea debe consistir en enseñar al público a escuchar, para que puedan verdaderamente apreciarla y entonces, podrán decir si gustan o no del concierto. Serán casos raros los de gente que aprenda a escuchar y que le disguste tajantemente la música clásica.  Esta "educación del oído" funcionará para que la gente se enfrente en la realidad a la música verdadera y la pueda “sentir”. Solo enseñando, cultivando la apreciación de esa manera, podremos esperar que se genere más público que tenga el gusto por la música. Así entonces tendremos público en las salas de concierto y no cualquier público, sino uno de verdad; que está ahí porque quiere estar, porque le gusta lo que va apreciar, porque pagó por algo que sabe, vale la pena.