viernes, 3 de agosto de 2012

LA NOTICIA Y SU PESPUNTE



Más salas posibilitarían una mayor dinamización del teatro y los ayuntamientos pueden contribuir con ello, según Franklin Domínguez. Los teatros municipales serían una alternativa para incrementar las posibilidades de la comunidad teatral dominicana. Así piensa el director general de Bellas Artes, también actor y director, quien reiteró su propuesta sobre la participación de los ayuntamientos del país en esta iniciativa Es un planteamiento que el veterano dramaturgo viene haciendo desde hace varios años, como una salida para dinamizar y extender la programación artística que se circunscribe mayormente a las salas del Teatro Nacional y de Bellas Artes.

“Es penoso ver cómo espectáculos artísticos mueren a los dos o tres días de que se estrenan en estas salas, o que se montan en otros teatros pequeños. No cuentan con locales ni fechas para continuar sus presentaciones”, argumentó Domínguez en una nota enviada ayer a esta redacción. “Sería muy distinto si estos eventos, ya sean de teatro, ballet, conciertos sinfónicos, líricos o corales, pudieran después de cumplir sus compromisos en la capital, movilizarse por todo el país presentándose en los teatros municipales de las provincias”.

Domínguez entiende que con la construcción de nuevas salas a nivel nacional “la vida cultural de los pueblos se revitalizaría de tal forma que repercutiría no solo en nuevas fuentes de trabajo permanente y constante de los artistas que se movilizarían hacia las más apartadas localidades del país, sino también en beneficio de los habitantes locales que aportarían su fuerza de trabajo y en beneficio  de la población que podría disfrutar de muchos espectáculos que están obligados a presentarse solo en la capital”.(El Caribe)

Ese es un reclamo que viene de lejos...Son tambores lejanos que sonaron en el pasado, y que todavía se siguen escuchando, apuntalando el oído de la memoria ciudadana, en una época de fetiche y fantochería mundana, en que el arte y la cultura se encuentran relegados a un plano secundario y terciario.
Rafael Villalona ha muerto sin ver ese sueño realizado, por el que tanto luchó en vida.
Y bien que lo sabemos, y lo recordamos, porque cuando a finales de los años sesenta retornó de la Unión Soviética, con la actriz Delta Soto, luego de haber realizado estudios teatrales, que fundó la Academia Nuevo Teatro, fuimos de los primeros en inscribirnos en ella, tras haber nosotros cursado tres años de estudios en la Escuela de Arte Escénico de la Dirección General de Bellas Artes, cuando  ya habíamos alcanzado un diplomado en actuación.
El "casting" o exámen de admisión a que nos sometieron para admitirnos en la Academia Nuevo Teatro, nos valió de inmediato la asignación de un papel en la obra "Pirámides 169", de Máximo Avilés Blonda,  que participó en el Segundo Festival de Teatro Universitario, en Manizales, Colombia, dirigida por Rafael Villalona.
Después de participar en el festival, cuando regresamos al país, que llevamos la obra al liceo de San Juan de la Maguana, luego de pedir autorización a Tata Bautista de Suárez, secretaria de Educación (fallecida hace algunos días), nos metieron presos a todos, por "comunistas y subversivos", cuando estábamos en una recepción en el restaurant Tamarindo. Los policias nos sacaron, actores, profesores, y nos introdujeron en las mismas guaguas Blue Bird azules de la UASD en que habíamos viajado. Y ahí estaba Villalona con el grupo, en una celda, con nosotros y más de 60 apresados haciendo cuentos para matar el tiempo, mientras el estudiantado de la universidad se movilizaba en la capital, quemando automóviles en señal de protesta por el apresamiento. Era la época de los doce más infames años de los gobiernos de Joaquín Balaguer, con muchos descarados asesinos en el poder.
Pero volviendo a Nuevo Teatro, donde aprendí las mejores técnicas del teatro, les debo confesar que todo ese andamiaje me ha servido para contar con una sustentación y una formación que ha marcado la diferencia, quizás, con cronistas de arte que han llegado al medio provenientes de otras esferas. Pero no voy a ampliar en consideraciones para no lucir petulante.
Había que ver dónde se daban las clases de Nuevo Teatro. Dónde luego se mudó la escuela, y todo lo que Rafael Villalona hizo para tener luego un local propio en el sector de  San Juan Bosco en la capital.
Escasas son las agrupaciones teatrales que se pueden mantener sin locales y sin la ayuda estatal en el mundo.
Villalona nunca se doblegó y dejó de luchar por el auténtico teatro dominicano.
Fui alumno de él, y sufrí en carne propia la virulencia de su forma de comportarse cuando daba clases, apegado a la cultura y tradición europea, que nada tiene que ver con el relajo de ahora.
Porque lo que montan los comediantes y productores de televisión como entretenimiento en las salas del país, no es teatro. Y me perdonan que se lo recuerde, porque ya lo hemos dicho en otras ocasiones.
La gente piensa que el escándalo del salami es un descubrimiento de ahora.
Hace tiempo que tenemos mucho salami en el teatro y el cine dominicano. 

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NIURKA BAEZ,
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