lunes, 15 de octubre de 2012

UN ANALISIS


Por Johnny Arrendel
Es mucho lo que puede tener de favorable para la música de factura local, en particular para el merengue, el repunte cualitativo y cuantitativo que experimentan la salsa criolla y sus intérpretes.
Pienso que uno de los componentes del declive del ritmo nacional corresponde a que los vocalistas dejaron de ser interesantes, y cualquiera que dirija un proyecto musical se adjudica a sí mismo el ponerle voz a los temas que lanza.
Todo esto sumado a las dificultades que conllevan los nuevos tiempos en materia de masificación tecnológica, y por ende, el auge de la piratería.
Pero la acogida que encuentran los salseros dominicanos en la actualidad indica claramente que la gente esperaba un guiño de mayor trascendencia en cuanto a la música tropical.
No podía ser que producciones totalmente desechables estuviesen dominando el mercado de manera casi exclusiva y que esa distorsión se mantuviese por tiempo indefinido.
Desde hace tiempo, los fines de semana una serie de programas radiales se sustentan en los temas clásicos, tanto de la salsa como del merengue, lo que demuestra que el mercado mantiene abierto ese nicho.
Incluso, en repetidas ocasiones, determinados promotores lograron reciclar y convertir en grandes hits algunos temas de salsa que fueron grabados hasta décadas atrás, y que incluso nunca antes fueron promovidos.
Con relación a la actualidad musical en los géneros afro-caribeños, cuando Nueva York, Puerto Rico y Miami declinaron como mercados productores y consumidores de la salsa, entonces vino un resurgir de Venezuela y Colombia que dimensionó a exponentes de esos países.
En los años 70, los pioneros Oscar de la León y la Dimensión Latina, Los Satélites, Joe Arroyo y Fruko el Grande, abrieron camino para la salsa de factura sudamericana.
Posteriormente, el Grupo Niche les extendió contratos a internacionales, como el boricua Tito Gómez, para seguir la tendencia de fichar a cantantes establecidos en mercados tradicionales, tal como lo hizo antes Dimensión Latina con Andy Montañés al ficharlo desde el Gran Combo de Puerto Rico.
El caso es que de un tiempo a esta parte, en la radio dominicana y los lugares de baile  se escuchaban con mayor frecuencia las producciones salseras de Niche, Adolescentes, El Clan de Porfy, Sonora Carruseles, Son de Cali y Orquesta Guayacán, entre otros sudacas.
Ahora, felizmente, el mercado dominicano muestra una gran apertura a las producciones de intérpretes dominicanos, realizadas sobre arreglos que también son de autores criollos, aunque no así, la mayoría de composiciones.
Es un error de algunos exponentes querer hacer zafra de manera simplista y grabar y lanzar al aire temas que no han pasado por el cedazo de verdaderos productores, dotados de criterio comercial y estético.
Resulta que el público de la salsa se caracteriza por su gusto selecto y cuando acoge una producción por lo regular la convierte en clásico. Pero si el intérprete no es consistente, y sus siguientes discos son flojos, rápidamente lo baja del pedestal.
En ese sentido, considero que la escena dominicana tiene en David Kada, Sexapeal y Yiyo Sarante a tres cantantes que presentan condiciones notables para prevalecer como cultores de la salsa.
La realidad de que los consumidores manifiesten un gusto exigente en cuanto a la calidad de los interpretes salseros, los matices de sus voces, y como no, sus capacidades de “sonear” e improvisar, que los temas bien grabados sean mejor aceptados, comenzará a gravitar sobre el merengue.
Mas temprano que tarde, los disqueros, productores, arreglistas y promotores comprenderán que para abrir nueva vez mercado al merengue tendrán que generar mejores productos.

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NIURKA BAEZ,
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