Joseph Cáceres

Alguien debería decirle al promotor Frank Girón que ya esos breteles "no están". Que los "viejetetes barrigones" los pusieron de moda hace algunos años, pero que ya eso "pasó". Dícelo Luis Henriquez...

 Esta foto que  vimos en santiago30caballeros habla muy claro del "patriotismo" de este camionero que usa la bandera dominicana como si fuera una lona cualquiera, para cubrir la mercancia que transporta. Y no aparece ninguna autoridad para impedir un desmán e irrespeto como este. Imaginense, con unos policías que no saben ni siquiera quien hizo la primera bandera, y que si le preguntan por los tres Padres de la Patria responden: Juan, Pablo y Duarte.

 Vean la rancheta de ojalata y cartón que han levantado en los terrenos donde está el abandonado edificio del Teatro Agua y Luz. Está al lado de un kiosco, y en él reside una familia. Aparte de que afea el lugar, constituye una invasión a un área pública que más tarde o temprano tendrá que someterse a una remodelación. Es probable que otros hagan lo mismo, y cuando vienen a ver establecen toda una vecindad, a la cual luego no habrá forma de sacarlos, porque son "humildes padres de familia". Sólo hay que ver los 40 años que hubo que esperar para que un ciudadano pudiera recuperar su terreno invadido. Pero, vivimos en un país sin Ley, donde los de arriba se cojen lo que no es suyo, y los de abajo hacen lo propio.

Un accidente aéreo le puede ocurrir a cualquier línea, pero hay casos en que las mismas empresas aéreas se los buscan. Por ejemplo hay líneas  con servicio entre Estados Unidos y Suramérica, que solo usan aeronaves modernas y en buenas condiciones para tocar suelo norteamericano, porque las regulaciones así se lo exigen. Si usted vuela de Miami a Santiago de Chile, y hace una escala en Bogotá, cuando llega allí lo apean del avión bueno que tienen para viajar a los Estados Unidos, y lo montan en una "carcacha" para continuar el viaje a Chile. Unos aviones de cuando "Cuca y Roquetán", que no se sabe como cruzan sobre la Cordillera de los Andes. Lo grande del caso es que cuando ya usted está en Bogotá, que le cambian el avión, por más que discuta y se queje no puede hacer otra cosa que arriesgar su vida viajando en un aparato viejo. Son de los "ganchos" en que se cae a veces, sin querer. Hay gente que no se percata de esos cambios, que lo pueden estar llevando "derechito hacia la muerte".

Hay que aplaudirle a Niní Cáffarro las buenas condiciones en que se encuentran los baños del Teatro Nacional, bajo su dirección. Muy limpios, higiénicos, perfumados. Diferente a otras administraciones, donde para entrar allí había que colocarse un pañuelo  como los de los bandidos del Viejo Oeste que asaltaban las diligencias de la Wells Fargo.