ENVIADO POR EL GRUPO NICHE

El Maestro Jairo Varela nació el 9 de diciembre de 1949 en Quibdó, en el departamento del Chocó, en el seno de una familia formada por Teresa Martínez Arce y Pedro Varela. Su madre fue una distinguida intelectual dedicada a la docencia y a las artes: poesía, literatura, pintura y música. Su padre, comerciante antioqueño y de carácter reservado los abandonó muy pronto. Sin embargo, nunca faltó nada en su hogar porque además del trabajo de su madre, también su abuelo, Eladio Martínez, un hombre muy próspero, se encargó de él y sus demás hermanos. Jairo siempre rememoró la influencia de su abuelo en su forma de asumir la vida. Jairo pasó en Quibdó su infancia y parte de la adolescencia absorbiendo la magia de ésta región. Por cuestiones de salud tuvo que pasar temporadas encerrado en la casa familiar a pocos metros de la catedral. La música religiosa de los padres franciscanos, que escuchaba a escasos pasos, influyó definitivamente en su gusto por la composición.

En 1966 un hecho marca su vida. Quibdó es casi destruida por un voraz incendio afectando el hogar de los Varela Martínez. En uno de los aviones de la Fuerza Aérea de Colombia fue llevado a Bogotá, junto con su hermana menor, Martha, para vivir en casa de unos familiares. La vida en Bogotá lo lleva a desarrollar muy en serio su pasión por la música y al margen de trabajos esporádicos de oficina, como uno en la antigua agencia de transportes INTRA, empieza a escribir canciones con tal facilidad que a él mismo lo sorprendía. Comprendió entonces que eso era lo suyo y quemó todas las naves que pudieran impedirle cumplir su objetivo. En Bogotá también se enamoró y se casó y del fruto de esa unión nació, Yanila, uno de sus grandes amores. Canciones como "Nuestro Sueño" y "Cómo podré disimular" datan de esa época. No fue fácil, mientras algunos admiraban su talento otros no lo valoraban pero él seguía creyendo ciegamente en la idea. Entre más negativas recibía, con terquedad permanecía en el circuito musical participando en jingles, hacía coros, mostraba y cantaba a todo el que podía sus canciones. A inicios de los ochentas crea "Buenaventura y Caney" que los da a conocer a nivel nacional e internacional y, luego de un breve paso por la misma Buenaventura, toma la decisión de radicarse en Cali en donde la historia de su vida toma el rumbo definitivo.

Cali es la respuesta a muchos de sus interrogantes. Es una ciudad que le gusta y lo inspira. Alli la salsa es la reina y, además, la frescura de los caleños lo deja deslumbrado. Fue, entonces, en 1984, cuando una canción, himno de nostalgia, le lanza a la inmortalidad: "Cali Pachanguero". A partir de ese momento el Grupo Niche nunca se detuvo. Vino la fama y las giras por el mundo. En ese entonces ya había terminado su primera relación y, enamorado del amor, vivió con otras mujeres, cada una muy importante para él, en cada momento, lo que sería una constante en su vida. Nacieron, a través de los años, sus otros retoños: Juan MIguel, Alice, Cristina y Camila. Luego ratificó sus éxitos cada año en una seguidilla de triunfos que lo encumbró aún mucho más. A su pesar la gente comenzó a llamarle "Maestro". Después de cansarse de corregirlos, quería que sólo le dijeran Jairo, terminó de aceptar el título popular. Jairo siempre pensaba en trabajo, en creación, a cualquier hora componía o se le ocurrían gigantescos proyectos con los cuales podría darle empleo a muchas personas. Eso le trajo problemas, malas interpretaciones de la justicia en Colombia o simplemente la inestabilidad en su vida amorosa. Fue el mejor padre, le daba gusto a sus hijos e intentaba siempre estar pendiente de ellos. Fue el mejor familiar, siempre ayudó a todos. Fue el mejor amigo, nunca los olvidó. El mismo decía que no lo hacía perfecto, fue injusto con él mismo, porque dio siempre más de lo que podía. No tenía un carácter fácil, era tímido y reservado. A nivel de trabajo era tan exigente que imponía superar límites. Muchos aprendieron, pocos le resistieron. La obra está ahí para ser juzgada. Hace cuatro meses la muerte física le sorprendió. Pero él estaba completamente convencido que podía partir. Aquel sueño que nació en Bogotá y se consolidó en Cali había sido cumplido. El legado estaba, todo iba a continuar. El no se iba, sus canciones lo inmortalizaron con el público y su vida mágica e increíble inspiró a sus amigos. Su generosidad y ternura enamoró eternamente a sus hijos y familia. Su exigencia le dio mística a sus músicos. Creemos que él no ha muerto, sigue ahí en cada momento. En los instantes de quienes le conocimos. Nos dejó muy claro quién era y eso nos permite actuar con base en lo que sabemos le hiciese sentir orgulloso. No dudamos que, en dónde esté él, compondrá una nueva canción, querrá reconstruir lo que vea y siempre ayudará a todos. ¡Te Queremos! TU GRUPO NICHE