Joseph Cáceres

Fermín Cruz, o la caída pesaroza de quien fuera "La Trompeta Marvilla, el Sonido que Ilumina"

Por Juan Colón

Nació en Altamira Puerto Plata, allí inicia sus estudios en la trompeta y logra gran dominio y conocimientos en poco tiempo. Decide cargar con su maleta llena de ilusiones y sueños y llegar la capital con buen pie.

Este músico nuestro fue prácticamente un autodidacta en gran porcentaje, dotado de uno de los dones más hermosos que Dios le regala al ser humano: Soplar un instrumento de manera correcta desde un principio y desarrollar una técnica que podría considerarse propia de un virtuoso.

Fermín nunca estuvo consciente de ese grandioso regalo, y por ende le faltó la visión necesaria para saber que tenía que cuidarlo, que la mejor manera de hacerlo era cuidándose a sí mismo, cosa que no hizo.

Ese artista de la trompeta empieza a causar sensación en diferentes agrupaciones, en especial, Wilfrido Vargas, donde su hermoso sonido es su sello indiscutible y su gracia temperamental al tiempo de tocar.

Al entrar a los estudios de grabación es donde empezamos a notar el estilo inconfundible de su sonido e interpretación. Impregnaba cada tema con su sello, fuerza, afinación impecable, tempo, y de su monumental técnica.

Una de sus grabaciones que lo llevaron a inmortalizarlo como un músico fuera de serie fue “La Gallera”,  de Juan Luis Guerra, que está en el disco Ojalá que llueva café. Ahí podrán ver el “tutti” de apenas cuatro barras que ha hecho historia y que ha sido el dolor de cabeza de incontables trompetistas a la hora de tocarlo.

Por testimonio del propio Juan Luis, Fermín solo practicó una vez el pasaje, decidiéndose grabarlo donde la primera prueba pudo haberse quedado, pero el requirió hacerlo una vez más.

La articulación usada para su ejecución fue la que usamos los saxofonistas para tocar el merengue. Solo dos trompetistas nuestros han logrado tener en sus cajas de herramientas de fraseos este estilo, el otro fue Quilvio Fernández (E.P.D.) luego hablaremos de este gran músico nuestro.

Su estilo, para el que usa unos esquemas propios de él, consiguió que esto fuera razón suficiente para crear una escuela en la trompeta a la hora de tocar merengue.

Con su trabajo había surgido la primera escuela de cómo tocar un merengue en la trompeta, ya la teníamos en el saxo, bajo, piano, tambora, conga, güira, y él nunca estuvo consciente de que gran responsabilidad el Creador le había puesto sobre sus hombros.

Creo que sus amigos, en la creencia de ayudarlo con grandes alabanzas y haciéndole saber cuán grande era con su trompeta, le hicieron mucho daño, ya que no le dieron tiempo de asimilar la grandeza que Dios había puesto en sus manos.

Tuve la oportunidad de llegar a él en dos ocasiones, hice intentos de hablarle y hacerle reaccionar, pero sentí por sus respuestas que mis palabras no las tomó en cuenta. Más, me fui tranquilo, porque le hablé con mi alma, con respeto, admiración y orgullo de ser conocido por él. Se también de otros músicos cercanos trataron de ayudarlo de corazón, como una forma desesperada de recuperarle.

Grandes trompetistas de otros países que incursionaban en la grabación de merengue tuvieron que imitar su estilo, aun sin conocer su procedencia, solo intuían en este genial intérprete a un virtuoso.

Si analizamos las grabaciones de los más prestigiosos merengueros nuestros desde 1980 al  1994, escucharemos el majestuoso sonido de nuestro querido Fermín. Un sonido penetrante, lleno de fuerza, y al mismo tiempo dulce, toda una amalgama de virtudes en su discurso musical que hacia suspirar a todos los instrumentistas que lo escuchaban.

Dotado de lectura impecable y una técnica asombrosamente limpia, me decía que no fue fruto de una disciplina de estudios diarios. Desde el principio lo tuvo todo a su disposición, soplaba, ejecutaba y mostraba un canto nuevo en sus interpretaciones. Cantaba los pasajes con una belleza increíble, empero, nos confundía más si lo veíamos conversar, parecía que eran dos seres humanos diferentes atrapados en un solo cuerpo.

Lamentablemente no pudo mantener su ecuanimidad, el medio, sus amigos, no dejaron que pudiera ver quienes estábamos detrás de él para brindarle la ayuda y el apoyo que necesitaba urgentemente, empezaba  a evidenciar cambios fuertes en su temperamento.

Una gloria en la trompeta nuestra. Pasarán años, generaciones, y aun así será muy difícil que  logremos ver otro artista de su estatura. 

Fermín Cruz, pequeño de estatura pero gigante de las tres válvulas, con alma llena de música, canción y poesía. Los que tuvimos el privilegio de verlo trabajar, tocar a su lado, conocemos  bien del gran músico del que hablamos.

Doquiera que te encuentres, deseo que Dios cubra todo tu ser de amor y misericordia y podamos tenerte de nuevo.

En nombre de muchos de mis compañeros, me atrevo a decirte: “Enano, te amaremos y admiraremos siempre, la historia del merengue dejaría de serlo si omitimos tu nombre. Honraste la trompeta a su máxima expresión dentro del merengue”.

Fermín: Mi alma y mi ser te dan un abrazo fraternal. Te amo hermano mío. No pude encontrar una foto para colocarla aquí, pero tu sonido se convierte en la mejor imagen que llega a nuestra mente. (R. Maestro Colón, nosotros si la encontramos en la página de Manny Solano, y aquí la colocamos)