Joseph Cáceres

En el cementerio de ilusiones...
El tiempo pasa y va dejando huellas imborrables en la memoria del marinero, navegando en un mar de recuerdos, sin tiempos para otear  el paisaje, desafiando olas crujientes, tanto a babor como a estribor.
Y de repente encallar en la mirada de Esperanza, la hermosa cantante de ojos grandes y claros, de actitud siempre desafiante, que en aquellos años 80 procuraba "hacer camino al andar". 
Mujer de una personalidad avasallante, que encerraba un fulgurante mundo de ternuras, que al recordarlo convoca a la nostalgia, a las quimeras de tiempos que se fueron, y que hoy aparecen colgados de viejos retratos en blanco y negro, como el jarabe para la memoria que al pasar de los años necesitamos para recordar viejos amores.
Ella prodigaba una ternura de la que solo  viene en cápsulas, no en suspensión ni líquida, como parte de la prescripción de una medicina de amor y desamor.
Desde siempre ha sido así... 
Hacer carrera en el arte es una de las empresas más difíciles que se pueda cualquiera imaginar, y la condición de mujer, que para algunas es una ventaja, al final de cuentas conlleva un esfuerzo y un sacrificio mayor que el de cualquier hombre.
No sé si sentir pena, o alegrarme, de que ella prosiguiera su carrera universitaria y dejara el arte...
El medio siempre ha sido más hostil  para la mujer,  aunque algunos no lo crean.
Basta con mirar hacia el cementerio de ilusiones, en cuyas tumbas no se permite rezar ni poner flores, por los siglos de los siglos, amén.