La discusión por la salsa criolla

Diomelo Martínez tiene razón, aquí se hace salsa desechable

Por Johnny Arrendel

Comparto en gran medida lo que plantea el amigo y colega Diomelo Martínez de que casi todas las producciones de salsa que se realizan en la actualidad en el país son intrascendentes.

Se improvisan los cantantes, los arreglos se hacen en factorías, a la carrera, repiten los figurajes y se montan sobre el mismo patrón e ideas, hasta el punto que los coros son los mismos.

No cualquiera puede ser un cantante de salsa. En el programa de Jochy Santos entrevistaron a un joven que grabó una adaptación titulada “Tu sin mi” y cuando le pidieron que la interpretara en directo y a capela, aquello dio pena.

A excepción de las que interpretan unos pocos exponentes, como David Kada y Yiyo Sarante, considero muy difícil que dentro de uno años la mayoría de grabaciones salseras locales que ahora arropan la radio, discotecas y drinks alcancen la categoría de “clásicos”.

Sin embargo, hay buenos antecedentes, a principios de 1990 Karen Record lanza el álbum que cerraba el compromiso de Alex Bueno con ese sello y que contenía una incursión en la salsa del artista eminentemente merenguero, la adaptación de la balada “Jardín Prohibido”.

A 25 años de ese estreno, todavía el tema de Alex Bueno encuentra una excelente acogida por parte del público. Si entre dos cosas buenas necesariamente siempre hay una mejor, esa adaptación supera por mucho a la mayoría de las de factura local que suenan de un tiempo a esta parte.

Pero confluyeron los factores precisos para que Jardín Prohibido sea hoy un clásico y el tema de mayor dimensión internacional de Alex: El consabido buen criterio como disquero de Bienvenido Rodríguez, ya ponderado por Joseph Cáceres; la calidad del vocalista y la acertada producción musical, en particular el arreglo.

El locutor y manejador José Delio Jiménez –Gavilán Gaby-, quien dirigía la carrera de Alex, apunta que en la orquestación participó el renombrado director, arreglista, corista y trompetista puertorriqueño Luis Perico Ortiz.

Si nos vamos todavía más atrás, justo al momento de que el “Inestable”, Bonny  Cepeda, rompía su unión con los Kenton (Bonny con Kenton). Antes, se habían separado todos de Los Hijos del Rey, produce  para el primer álbum de los hermanos, ya sin él, una salsa para la historia: “Triunfaré”.

Con esa temática, la salsa local se acoge a la tendencia social que comenzaba a predominar para entonces en los ritmos afrocaribeños y Bonny como arreglista demostró su capacidad para establecer un marco musical a la altura de los Willie Colón y Louie Ramírez en esas memorables piezas de Rubén Blades.

De nuevo concurrieron verdaderos talentos para legar un producto de probada calidad: Bonny Cepeda, músico brillante y con formación, aunque expulsado del Conservatorio por la intolerancia que primaba hacia lo popular.

También está de relieve la capacidad vocal y de improvisación para las inspiraciones de Freddy Kenton.

Unas letras bien concebidas y comprometidas con las luchas en vigor en la época, no sé si escritas por el mismo Bonny o por el publicista Ramoncito Díaz.

El aporte de músicos criollos que desde siempre han sobresalido en los géneros que demandan capacidad de improvisación. En Triunfaré se destaca Francisco Abarúa, en un solo memorable de violín, aunque habitualmente era saxofonista.

Meritos también tienen las producciones de los Hijos del Rey, como Puchula, cantada por Robert Jeandor, arubiano radicado entonces en el país, con arreglos de Dioni Fernández. Pero esa agrupación también incursionó en la charanga, con Charanga pà Luis y Vuela la Paloma.

Hay que estacar a los salseros dominicanos radicados en Estados Unidos, tales como El Canario, José Bello y Raulín Rosendo, todos buenos soneros, pero Raulín sobresale, ya que ha pegado canciones grabadas tanto aquí como allá y conserva sus cualidades vocales, a diferencia de los otros dos.

No obstante, el sonero dominicano de mayor prestancia internacional, sin ninguna duda, es el gran Cuco Valoy, creador de una dinastía y quien es considerado “una escuela”, en territorios de arraigo salsero, como Colombia.