El concierto de Marcos Yaroide

Luz en las tinieblas

Ningún  baladista dominicano había presentado en el país un concierto con los niveles de producción y realización de “Luz en las tinieblas” de Marcos Yaroide, que anoche llenó por completo el aforo del Teatro Nacional,  de un público entusiasta que aplaudió con delirio y entusiasmo las interpretaciones del artista y sus invitados en un memorable montaje que satisfizo todas las expectativas que se habían creado sobre el mismo.
El productor René Brea volvió a lucirse en grande con esta puesta en escena que nada tiene que envidiar a concierto de artista alguno internacional, en el uso de luces, proyección y empleo de línea gráfica, con un nivel de precisión estupendo, para servir de enmarque a un artista sorprendentemente eficaz y versátil en el escenario, como Marcos Yaroide, que exhibe un gran dominio escénico y una capacidad de interacción fluida y convincente.
Yaroide es una de pocas joyas de la canción con que contamos, en la época en que una importante generación de baladistas ha salido de escena tras haber cumplido su ciclo.
Y lo ha logrado desde el marco de la canción cristiana y de alabanza, rompiendo esquemas, quizás de manera audaz, por las implicaciones y la controversia generada a partir de su decisión de invitar a su concierto a cantantes seculares, algunos de ellos en posiciones extremas en el género, como es el caso del exponente urbano Mozart La Para.
Un contraste que sin embargo resultó enriquecedor para el concierto, al igual que la participación del salsero Sexappeal, el merenguero Fernando Villalona en pantalla, el baladista Niní Cáffaro, y la cantante lírica Nathalie Peña-Comas.
Una fusión de elementos que cimentados sobre la base de una moderna orquesta acompañante, bajo la dirección de Alfio Lora, conjugaron y produjeron el mejor concierto que artista criollo alguno haya presentado en las últimas décadas.
Y no por ser cristiano estuvo exento de bailarines, coreografías, despliegue de recursos tecnológicos de última generación, humor, chistes, bailes, vestuarios y esteticismos propios de las grandes producciones escénicas.
Se comprueba que el mensaje de Dios llega mejor  con una prédica cargada de música, ritmo y armonía, para llevar verdadera luz en las tinieblas, como lo demostró anoche Marcos Yaroide.