jueves, 7 de enero de 2016

Tarantino en su mundo de fallas humanas
“The Hateful Eight” reafirma su capacidad para apoderarse de cualquier género cinematográfico
Al igual que “Jackie Brown” llegando a los cines tres años después de “Pulp Fiction”, el estreno de “The Hateful Eight” aparenta ser una oferta cinematográfica más convencional para Quentin Tarantino.

El filme llega a los cines con todo el andamiaje clásico de un “western” que Hollywood pudo haber estrenado a mediados de los 60, donde el enfoque principal era resaltar lo grandioso de la pantalla grande en contraste a lo que estaba disponible en el formato nuevo de la pantalla chica. 

El octavo filme de Tarantino llega con una obertura que resalta la maravillosa partitura musical de Ennio Morricone (“Once Upon a Time in the West”) y sirve para trazar de forma concreta la atmósfera opresiva del filme, un intermedio breve para dividir la tres horas de duración en dos actos y explotar al máximo el misterio central de la trama; y un canvas visual que exalta el que la espectacular cinematografía de Robert Richardson fue filmada en 70 milímetros (con un encuadre el doble del tamaño regular) y con lentes de Ultra Panavision, para crear un encuadre ancho y rico en sus detalles.  

Pero como dice el refrán sobre  la mona que viste de seda, esa presentación es lo único convencional de este filme. Además de ser una de las mejores ofertas cinematográficas del 2015, “The Hateful Eight” reafirma el que no existe ni un solo género cinematográfico al que Quentin Tarantino no pueda empujar, y en algunos casos derrumbar, hacia un terreno dramático fértil, desafiante y explosivo.

 Estamos hablando del cineasta que en su versión de un filme de la Segunda Guerra Mundial no pudo resistir la fantasía de asesinar a Hitler de la forma más violenta posible.

Esta película no tiene la elegancia y la madurez que caracterizó el trabajo del director en “Inglourious Basterds”, ni tampoco cuenta con el impacto visceral que logró con la última sección de  “Django Unchained”. Con un cineasta de este calibre y con una filmografía tan distintiva y valiosa, las comparaciones son inevitables. Sobre todo cuando Tarantino aparenta colocar la trama de su nuevo filme dentro del mismo universo cinematográfico que su filme anterior. Dos de los personajes principales de esta película tienen el mismo trabajo de Christoph Waltz en “Django Unchained”, cazadores de recompensas que cobran su dinero independientemente de que el criminal que atrapan este vivo o muerto.

Afortunadamente, Tarantino no tiene ningún tipo de interés en repetirse. Su nuevo filme sí cuenta, y explota al máximo, con su fascinación particular por el poder escurridizo del lenguaje, los momentos donde las explosiones de violencia sirven para ilustrar la humanidad fallida de sus personajes y con situaciones donde la temática de prejuicio racial trasciende de ser subtexto y se apodera por completo del conflicto. Todos estos condimentos cinematográficos son puestos a cocinar a un fuego extremadamente lento que le permite al director jugar con las convenciones de un misterio. En esta ocasión Tarantino no pierde ni una sola oportunidad para generar tensión o para explorar la fluidez de la temporalidad en la pantalla grande.

En este filme hay secuencias que se sienten como una miniserie, mientras que hay monólogos que pasan con la rapidez violenta de una bala. Entre medio de estos extremos se encuentra la otra cualidad que distingue a Tarantino como cineasta: seleccionar actores que van a explotar al máximo su material. Son pocos los filmes que se pueden señalar donde no hay ni una sola nota discordante en el elenco principal, pero este es uno de ellos.

El guión de “The Hateful Eight” toma los personajes titulares interpretados por Kurt Russell, Samuel L. Jackson, Jennifer Jason Lee, Walter Goggins, Demian Bichir, Tim Roth, Bruce Dern y Michael Madsen y los atrapa en una cabaña durante una nevada infernal. Este gancho dramático claustrofóbico permite que cada una de las agendas de estos personajes, alguna de ellas secretas, genere momentos maravillosos de tensión y actuación. 

De este grupo los que aparentan no tener nada que esconder son John Ruth (Russell), un “bounty hunter” que va de camino a cobrar la recompensa por haber atrapado a Daisy Domergue (Jason Leigh), y Major Marquis Warren (Jackson), quien se ha dedicado al mismo oficio desde que terminó la guerra civil. Entre los restantes quedan dos racistas que sufren el tener que compartir el mismo espacio con un hombre negro libre que alega haber mantenido una correspondencia directa con Abraham Lincoln y tres que podrían estar conspirando para liberar a Daisy. 


Tarantino se toma su tiempo en colocar varias bombas dramáticas y se encarga que cada una de ellas explote, pero de formas impredecibles lo cual resulta sorprendente considerando lo simple que es el eje dramático del guión. De la pirotecnia dramática lo más que impresiona es la forma en que ha diseñado el personaje de Daisy para que sea un punto focal para discusiones de igualdad entre los sexos y el impacto de la violencia gráfica en pantalla; y como la última sección del filme resulta ser una denuncia acertada y horripilante de la forma en que actualmente existen las tensiones raciales en nuestra sociedad. (El Nuevo Día)

1 comentario:

  1. quien dijo robertico le da 100 mil pata a tarantino , es mas el mismo escrive,dirige,produce,musicaliza,hace el casting,el catering,las locaciones,el sonido y por ultimo actua en ellas,nadie es mas preparado k robertico ni steven spielbing eze creo k asi se llama,asi k dejense de vaina coño



    elboli

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NIURKA BAEZ,
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