sábado, 5 de febrero de 2022

LECTURAS SABATINAS

Se cumplen 100 años de la publicación de lo que fue tal vez la obra más impactante del siglo XX: El Ulises de James Joyce. Me gusta mucho decirle “el” Ulises, porque suena a único en su especie: “la biblia”, “el Ulises”. Y en cierto sentido este libro comparte mucho del valor que se le da a un texto religioso ya que, para gran parte de la comunidad literaria mundial, el Ulises de Joyce es un texto sagrado. Y esto es, entre otras cosas, porque se considera que la inspiración de Joyce y el hecho de que haya podido escribir semejante manifiesto sobre la condición humana es merecedor de cierto grado de adoración. 

Ulises es, en apariencia, una reelaboración moderna de La Odisea. Cada uno de sus 18 capítulos lleva el nombre de un episodio de la epopeya de Homero, y los primeros críticos de Joyce hicieron hincapié en este homenaje para protegerlo de la acusación de obscenidad, ya que por momentos podemos decir que es bastante osado y, en su tiempo, fue censurado, juzgado inclusive, y muy cuestionado por parte del comunidad literaria que no entendía muy bien qué estaba queriendo hacer Joyce con esos fascículos que fue publicando por entregas en The Little Review entre 1918 y 1921. Y no es casual que haya sido la siempre osada Sylvia Beach quien publicó la obra, ya en formato libro, desde su librería en Paris Shakespeare and Company, el 2 de febrero de 1922.


Volviendo a la relación del Ulises de Joyce con la Odisea de Homero, la apropiación que Joyce hace del clásico es, como mínimo, irreverente. En el Ulises de Joyce, Leopold Bloom es un vendedor de publicidad que realiza durante un día no ya una travesía para volver a su Ítaca, sino que simplemente deambula a la deriva por las calles de Dublín, un 16 de junio de 1904. Ulises es un experimento de un día contado en dieciocho voces, estilos, lenguajes y puntos de vista de los acontecimientos cotidianos, las actitudes personales, los sentimientos culturales y políticos y sobre todo, observaciones acerca de la condición humana.


Está escrito en varios estilos literarios diferentes, que van desde el monólogo interior hasta la especulación en primera persona, pasando por las preguntas y respuestas del catecismo y los titulares de los periódicos. El Ulises gana en complejidad, ironía e intensidad dramática. No sólo Stephen Dedalus se hace más vívido por su comparación con Telémaco, el hijo de Ulises, rey de Ítaca, en la epopeya homérica. El otro personaje principal, Leopold Bloom, puede verse como el Ulises errante. En La Odisea, se ve a Ulises volviendo a su esposa, ese símbolo de la virtud femenina y cultural, Penélope. En la novela, Joyce utiliza la ironía para representar a Penélope como Molly Bloom, que esa misma noche tuvo un encuentro adúltero con su amante, Blazes Boylan y se parece mucho más a la Penélope que luego va a recrear Margaret Atwood.


Toda esta explicación, sin embargo, no habla de Ulises de Joyce porque omite la experiencia lectora. Si la odisea de Joyce puede reducirse -permítanme la ironía- al andar errático y perdido de sus personajes durante un día en la ciudad de Dublín, la verdadera odisea la tiene el lector que se sumerge en este abismo que resulta ser la novela más importante del siglo XX y, paradójicamente, la que más cuesta leer.


Me dispuse entonces a recorrer la odisea lectora y le hice algunas preguntas a lectoras y facilitadoras de lectura del Ulises. Le pregunté a Magdalena, profesora de lengua y literatura inglesas, fervorosa lectora, apasionada por las palabras y su sonido, por la música de la creación literaria y la escritura. Una erudita. Le pregunté a Tere, tucumana que por motivos familiares se mudó a Buenos Aires hace más de 30 años y ahora vive en el exterior y es traductora de inglés y filóloga y para quien una de sus pasiones es la lectura, sobre todo las que realiza en grupo porque le permiten compartir pensamientos, sentimientos y sobre todo pensar en visiones distintas enriquecidas por las experiencias de vida y formación de sus compañeros de lectura.


Le pregunté a Alicia, que nació en Mendoza pero vivió por todas partes y fue docente y trabaja como investigadora del mundo de las ideas y la filosofía, el arte y la música y pinta y escribe y lee como poca gente. Le pregunté a Susana que se define como jubilada, inquieta lectora, siempre dispuesta a seguir conociendo autores nuevos y a la que le gusta mucho conocer gente que tenga los mismos intereses que ella y que por eso disfrutó tanto de la lectura grupal de el Ulises durante los últimos nueve meses. Y le pregunté a mi adorada profesora Susana Gullco Groisman que fue quien me llevó de la mano por la odisea de Ulises hace ya más de 20 años y sé que muchos lectores de esta nota también han recorrido el camino del Ulises gracias a ella.


Y entonces quiero regalarles hoy a todos aquéllos lectores que se preguntan por qué leer a Joyce y su obra monumental diversos testimonios lectores que explican mejor que nadie esta obra majestuosa e impenetrable y que sean ellas las que les muestren a ustedes, a través de sus experiencias, qué les pasó y sobre todo por qué vale la pena cada paso de esa odisea que culmina con el regocijo de haber pasado por una experiencia total, fundamental y conmovedora. Aquí estas lectoras ávidas, inquietas y amorosas cuentan qué les pasó con su lectura y por qué, según ellas, vos tendrías que regalarte la experiencia de leerlo también. Y fíjense, qué enriquecedor les ha resultado leerlo en grupo, con la guía de personas que ya lo habían recorrido y que generosamente las guiaron.


Magdalena: “Mi primer acercamiento fue cuando era adolescente, pero era una versión traducida (en esa época no tenía conciencia de la importancia de saber quién tradujo una obra) y no me aventuré más que unas páginas. ¡Siempre me quedó la frustración con mezcla de curiosidad y ganas de embarcarme una vez más para recorrer ese día por Dublín! Muchos años después hice un taller de varios meses para hacer una lectura acompañada en inglés con Susana Groisman y por suerte estuve rodeada de mucha gente interesante al leerla. Ese fue el contexto ideal para llegar a destino. Es un gusto adquirido. Requiere de compromiso por parte del lector de querer más, de no rendirse, así como Ulises no se rindió hasta llegar a Ítaca. Pero cuando uno entiende el ambicioso proyecto de Joyce que está en las entrañas de esa novela, y va desentrañando su significado, la sensación es increíble. He leído mucho en mi vida, pero todo lo que leí después del Ulises, de forma totalmente inesperada, fue valorado en contraste con esa novela. Siempre hay algo en toda la literatura posterior que leí que me llevó de vuelta a Leopold Bloom, a Molly, a Stephen Dedalus, a Dublín… pero por sobre todo a James Joyce, y su (anti)heroico proyecto. Y ni hablemos de lo divertido que es participar en un Bloomsday con otros lunáticos como uno… Creo que es, junto a otros grandes libros, una de las obras más nombradas pero menos leídas por completo de la historia de la literatura.

 Muchos saben de Joyce, pero no se le animan, como yo en un principio. Pero es sin lugar a dudas, una obra de referencia que además nos retrotrae, desde un ángulo renovado, a la Odisea de Homero. Y navegar por el intertexto y el homenaje de Joyce a Homero es otra aventura apasionante”.

Alicia: “Es un gran desafío llegar al final y entender de qué va. Sucede como con Borges que tienen fama, (bien ganada por cierto), de difícil y aburrido. Tuve la suerte de conocer a Mariela Burani que con su paciencia y conocimiento nos llevó a buen puerto. Nos evacuó todas las dudas y nos acompañó hasta el la última página. Es un libro innovador por el estilo de escritura, distinto en cada capítulo. Posee un abordaje diferente de la historia de su personaje principal (Leopold Bloom) en cada aparición. El fluir de la conciencia es un cambio novedoso en la literatura, algo que lo hace más interesante y un motivo más para que valga la pena leerlo. James Joyce y Virginia Woolf son sus impulsores. Este modo de escribir junto con la trama que se desarrolla en un solo día representan parte de la novedad. Hoy, recién terminada la lectura del Ulises puedo decir que lo más sorprendente es esa narración que se desarrolla durante un día en la vida de su personaje principal en Dublín, Leopold Bloom, y el modo en que se irá conformando esa narración. Quizás lo que más me llamó la atención fue esa construcción en pequeños mosaicos que irán armando un tejido por momentos imposible de desenredar pero que, de a poco, cada lector va reconstruyendo, descubriendo y armando, casi como su propio tapiz. Es un desafío permanente que nos obliga a recorrer senderos diversos, cada uno con un paisaje diferente y con pasos que marcan distintos ritmos. Los temas para mí son los clásicos temas de la humanidad toda pero es único el modo en que se van desarrollando. La crítica al poder está siempre presente, la relación con la corona inglesa y el judaísmo acompaña escenarios especiales que relacionan la naturaleza, las instituciones con el bar, el correo y el cementerio. Sus personajes son siempre motivo de chistes durante ese largo día o de profundos cuestionamientos. La tradición y la profundidad psicológica con que se muestran las conductas muestran un conocimiento tan profundo que es casi imposible imaginar el modo en que lo hace. Siempre profunda y de un manejo artístico bellísimo, transcurre este día que es la vida de un hombre y ahí se ve el universo entero. En la novela casi se bucea entre los personajes. Se pierden sus rastros para recuperarlos en otro capítulo y se va construyendo algo diverso y nunca imaginado. Parece que Joyce maneja a la perfección las motivaciones de la gente de esa parte del mundo donde las vidas que se cruzan retratan con nuevas palabras y giros o técnicas diversas el infinito de todo el saber humano. Por momentos es una polifonía que forma una melodía armónica y reconocible, luego el lector comienza a pensar que Joyce está realizando una experimentación lingüística y todo será un juego sonoro lleno de disonancias siempre humanas. Por momentos se perderán las pistas, desaparecerán los personajes para encontrarlos más adelante, se intentará no dejar permanecer Parece que no hay un plan o una estructura, que todo se caerá como en un juego de castillos de naipes y de a poco, con todas las técnicas posibles usadas de forma nunca antes pensada, arma con su creación un conjunto perfecto de relojería. Cada capítulo tiene un nuevo modo de narrar, hay un nuevo lenguaje que nace y fecunda una realidad que sucederá dentro de la conciencia del narrador pero con elementos siempre conocidos pero diversos. Es un juego, un descubrimiento donde nada queda al azar y en el que el lector es ahora el protagonista”.

Susana Groisman: “Hace más de cincuenta años que trabajo el canon Joyceano. Mi primer acercamiento fue en un grupo de lectura liderado por la extraordinaria profesora Alicia Balsells, a quien estaré eternamente agradecida por su guía amorosa, inteligente y académicamente rigurosa, a principios de la década del 70, que fue una real iniciación. Cuando en 1975 tuve que pasar el concurso de antecedentes y oposición para acceder como titular a mi cátedra de Literatura Inglesa Contemporánea en el Joaquín V. González, la prueba escrita consistió en el análisis estilístico de un capítulo de Ulises. Elegí el Episodio 11, Sirens, donde Joyce hace música con las palabras. Gané el concurso. Para mí esta novela es apasionante porque cada vez que la leo se producen nuevas revelaciones. Usaré el término de origen religioso que el mismo Joyce, “pidió prestado” al vocabulario cristiano: se producen “epifanías”. Vale la pena leerla porque el juego que se establece entre el texto y el lector, produce placer, mejor conocimiento de la naturaleza humana y acercamiento a los temas más profundos que nos conciernen a todos. Además activa las posibilidades creativas de los integrantes de los grupos, quienes festejan el Bloomsday (16 de junio) día en el que transcurre la novela y que coincide con el día en el que Joyce salió por primera vez con Nora Barnacle, el amor de su vida. Se producen reuniones en donde leemos un capítulo de la novela, comemos comidas típicas irlandesas (Irish stew, por ejemplo) hecho por nosotros mismos, cantamos y nos disfrazamos de los personajes de la novela. Muy divertido. Una de las participantes una vez había viajado a Italia, entonces se trajo un trozo del “vero” Gorgonzola, para hacer los sandwiches que comía Leopold Bloom (dicho sea de paso: ¡vegetariano!) jajaja


Susana: “Fue en el año 2017 cuando durante un cuatrimestre leímos con Paula Varsavsky en la Biblioteca Nacional: Dublineses, Retrato de un artista adolescente y una aproximación a Ulises. Es un gran desafío llegar al final y entender de qué va. Sucede como con Borges que tienen fama, (bien ganada por cierto), de difícil y aburrido. Tuve la suerte de conocer a Mariela Burani que con su paciencia y conocimiento nos llevó a buen puerto. Nos evacuó todas las dudas y nos acompañó hasta la última página. Es un libro innovador por el estilo de escritura, distinto en cada capítulo. Posee un abordaje diferente de la historia de su personaje principal (Leopold Bloom) en cada aparición. El fluir de la conciencia es un cambio novedoso en la literatura, algo que lo hace más interesante y un motivo más para que valga la pena leerlo”.

Tere: “Cuando empecé el taller que hice este año ya había intentado una vez, quizá hace 7/10 años y no logré pasar del segundo capítulo. Esta obra es importante porque, entre otras cosas, en cada capítulo Joyce escribe con un estilo diferente. Es decir, cada capítulo para mi era un desafío distinto. No me importó no entenderlo a cada uno en forma plena. Cerraba el capítulo y sentía una emoción distinta a la del anterior. Eso me llevaba a esperar con ansias el encuentro semanal del taller y supongo que me ayudará a leer mejor a otros autores. Por ejemplo, acabo de terminar el primer capítulo de El Sonido y la Furia de Faulkner y no me sentí perdida. Podía intuir cuándo iba al pasado, cuándo a otro tiempo, etc. porque ya lo había vivido con Joyce. Para mi, vale la pena leer el Ulises porque es un resumen increíble de lo que es el ser humano y su vida. Creo que los aspectos más nimios del ser están contados sin rodeos.

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