Además de la gastronomía, el arte y la historia, son de las principales razones por las que muchos viajeros ponen a un destino en su lista de deseos. Pero la frase “no quiero ver un monumento, una iglesia, una tumba o una estatua más en mi viaje”, la he escuchado en innumerables ocasiones, por parte de turistas que se sienten agobiados durante sus recorridos por Europa o Asia.
En muchos de los países de esos continentes tan ricos en historia, podrías pasarte días visitando ruinas de ciudades y monumentos. En Europa, por ejemplo, encontrarás docenas de iglesias en cada pueblo, la mayoría de ellas con fachadas tan atractivas que muchos quieren detenerse a fotografiarla o incluso entrar a verlas.
Pero cuando ya llevas una semana viendo iglesias, a veces no recuerdas ni la primera que viste. Igualmente, sucede con las ruinas y de los museos, ni hablar. Por lo tanto, es buena idea revisar, antes de viajar, las principales atracciones que tiene el destino que visitarás, y las que te interesan ver. De lo contrario, podría sucederte similar a los que van a los parques de atracciones (guardando las diferencias), que se pasan la mayor parte del día en la calle principal deslumbrados por las tiendas y las oportunidades de fotos.
El balance es clave. Te ayudará no solo a divertirte en tu viaje, sino también a hacer agradable la convivencia con tus compañeros de vacaciones. Especialmente tómalo en cuenta si viajas con niños o con personas que no son amantes del arte y la historia. ¿Piensas que a todo el mundo debe gustarle? Ya eso demuestra poca flexibilidad, porque esos temas si bien son importantes, ¡y me encantan!, no a todo el mundo les interesan, y eso hay que respetarlo.
Incluso cuando se trata de niños, es fenomenal poder exponerlos al arte y la historia universal, mucho más allá del salón de clases, y no hay como viajar, para cumplir ese cometido. Pero hay que planificarlo bien para que no se convierta en una tortura, estando por horas y días en monumentos abarrotados de gente, muchas veces al aire libre, con agobiante calor o frío intenso, y sin entender el idioma principal de los que van dando explicaciones.
Aquí hay cuatro claves para balancear tu viaje:
1. Evita visitas consecutivas a museos y ruinas. Dedica días a ver otras atracciones o la parte “moderna” de las ciudades o disfruta de espectáculos locales, una buena y relajada comida, visitas a plazas públicas, mercados, paseos en bote, tours en bicicletas o recorrer el destino en un autobús de dos pisos.
2. Entiende que en los museos no se trata de cantidad, sino de calidad. Los más grandes o famosos del mundo, como el Louvre, en París, los del Vaticano, en Italia, el Hermitage, en St. Petersburg, Rusia, el Belvedere, en Viena, podrían requerir semanas para verlos completos. Concéntrate en las obras de arte que te interesan e investiga antes de visitarlo, la mejor manera de llegar donde se expone. Con el tiempo que te queda, recórrelo a tu antojo.
3. Si vas con niños, verifica las actividades para ellos. En muchos encontrarás jardines que sirven de pausa, para caminar libremente al aire libre, sala de niños, películas o tiendas con artículos para ellos. En casi todos venden rompecabezas y libros fantásticos que cuentan la historia de manera gráfica y serán un buen recuerdo de su viaje.
Una recomendación más. Si amas el arte, mucho más que tus compañeros de viaje, y quieres ver, por ejemplo, un museo o unas ruinas arquitectónicas en detalle, ve solo, y deja que ellos hagan otra actividad. El arte y la historia son disciplinas, se viven y se sienten, no se obligan. ¡Así todos quedarán satisfechos! (RAISA RIVAS ESPAÑOL)
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