Hace poco escuché a una de esas chicas nuevas de la comunicación preguntarle a Johnny Ventura, en una entrevista que le hacía con una grabadora, por qué le decían El Caballo.
Qué curiosa esa, muchacha!.
Se queda uno con la duda de si lo hizo por una inocentada o se estaba haciendo más pendeja de la cuenta.
Si, porque como los muchachos de ahora saben tanto...
Esto me lleva a abordar un aspecto predominante en el merengue de los ochenta que, como es tabú, nadie trata.
Las insinuaciones sexuales era parte del “marketing” que asumieron varios de los más importantes líderes del merengue en su estrategia "para volver locas" a las mujeres.
Recuerden los mamelucos y los "jumpsuit" ultra-ceñidos de Ventura y los que también usaban los integrantes del frente del Conjunto Quisqueya con los cuales lograban resaltar sus atributos fálicos.
Aunque muchas mujeres, por prurito, se hacían las desentendidas ante la provocación visual de esos "padrotes", imposible pasar por desapercibidos, sobre todo tratándose de artistas de tan amplia popularidad.
Ello era parte del juego, de los códigos que en el pasado éstas figuras del merengue manejaban "a discreción".
Si, porque de eso se trataba. Bajo la apariencia de una simple moda no tenían reparo en presentarse como hombres muy bien "dotados", con la evidente intención de impactar en el cerebro de las mujeres.
Y lo conseguían, de eso no hay duda.
Porque no faltaron las que en reuniones de amigas dejaban de lado la hipocresia y llegaron a admitir que esos artistas alimentaban sus deseos y fantasías.
En el merengue ese estilo se fue con ellos. Nadie más pudo adoptarlo ni asimilarlo.
Aunque hay que decir que se ha manifestado de nuevo, pero en el “reggaetón”, ya no con el vestuario, sino en las letras de las canciones que hablan de “darle duro” y de “maltratar sexualmente a las mujeres”.
Y al igual que en aquellos tiempos de Ventura y el Quisqueya, la aceptación de las mujeres hacia ese lenguaje lascivo, agresivo y sexual, no se ha hecho esperar.
Las pantomimas del acto sexual que las chicas escenifican bailando “el perreo” constituye la mejor evidencia de la favorable aceptación de esa tendencia.
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