En la historia del arte popular dominicano hay etapas muy llamativas y pintorescas, de las cuales nadie escribe ni habla, como si se hubiese concertado un acuerdo para mantenerlas en secreto.
Son los temas tabúes que nadie quiere tocar.
Es por ello que en ésta página nos adentramos en detalles pocas veces considerados o tomados en cuenta, porque de ese modo queremos contribuir a una mayor comprensión de nuestro arte y artistas.
Sobre todo para las nuevas generaciones y aquellos que llegaron cuando ya el tren habia pasado.
Por ejemplo, hoy en día la tendencia entre los artistas es aferrarse a la fe y al cristianismo. Cada vez hay más artistas convertidos al evangelio.
Pero hubo un tiempo en que los brujos estuvieron de moda en el arte.
Los artistas recurrían a los hechiceros y a la santería en procura de ver más allá, de arreglar su suerte o sencillamente para conseguir que les hicieran "trabajos"para amarrar a la competencia.
Eran los tiempos del inefable Cambumbo, de Rafaelito Marrero, de Tirso Guerrero “El Negro Plebe”, de Julita del Rio, Julio Aníbal Sánchez y René Carrasco
Tan fuerte era ese movimiento que Cuco Valoy lo asumió en el tema “El Brujo”, que alcanzó tanta popularidad que así a él también lo bautizaron.
Para muchos era un simple merengue de moda,pero debajo gravitaba un mundo de velas, velones, berrón, aguardiente y agua bendita que se desparramaba en los altares.
Candelo, Anaisa, Yemallá, San Miguel estaban de moda en las invocaciones.
Era común el que figuras del arte se desplazaran a San Juan de la Maguana o a San cristobal en busca de “trabajos”
Mama Bona, la madre de Richie Ricardo, era una de las más apreciadas, pues se le identificaba como la pitonisa de los presidentes, altos funcionarios, de los ricos y de los más famosos artistas locales y hasta internacionales.
Otra muy conocida era la denominada “bruja de Solano”.
Frecuentes eran los “manies” y los rituales de atabales en la casa de Carlos Martínez propietario de la agencia de viajes Flor de Liz Tours, en la entrada de Arroyo Hondo, en cuyos ceremoniales casi siempre estaba el Mayimbe.
Había que estar allí para ver como los “seres” y “espíritus” que se invocaban se posesionaban y se “montaban” en artistas y figuras públicas.
Cómo se transformaban mientras desplegaban fuerzas descomunales que les permitían levantar muebles y mesas, merced a rituales esotéricos en un ambiente de tabaco y ron, como bien dice un merengue de Fernandito.
Era la expresión de un sub-mundo del que se alimentaba la farándula de aquellos tiempos, en los cuales no faltaban situaciones proverbiales, como la ocasión aquella en que El Mayimbe acudió al consultorio de la bella propietaria de una discoteca provincial para que le hiciera un “despojo”.
En medio del ritual en una habitación llena de incienso y humo, con la señora exacerbada y entrada “en trance”, al ser que la poseía se le ocurrió que El Mayimbe también debía“montarse”.
Y ciertamente esa noche el Mayimbe “se montó”...sucumbió al hechizo de la sacerdotiza.
Se transformó y se convirtió en “Papá Candelo”.
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