Hemos hablado de todo tipo de anécdotas y dentro de ese capítulo creo que no pueden faltar las macabras.
El trombonista Marcos Valoy, hermano de Ramón Orlando, hijo de Cuco Valoy, residía en los años ochenta en Ciudad Nueva, en una calle adyacente al cementerio de la Avenida Independencia.
Todas las noches cuando terminaba de trabajar se iba en un carro público del concho en la ruta de la Independencia y cuando casi llegaba al parque le pedía al chofer que lo dejara precisamente frente al cementerio.
-Llegué a m i casa- decía para que lo oyeran y de inmediato saltaba la pared del cementerio y se internaba en el mismo.
Cuando los choferes que le llevaban veían eso, salían disparados del lugar, creyendo que habían transportado a un muerto.
En realidad era una broma del músico, pues como su casa quedaba justamente al otro lado del cementerio, en vez de bordearlo prefiría brincar la cerca para llegar más rápido.
Pero los choferes ni los pasajeros sabían eso y fueron muchos los que casi se murieron del susto.
La broma tenía sus inconvenientes porque en una ocasión un chofer que se detuvo a recogerlo en la Feria, lo reconoció y le dio un acelerón al carro para "no montar a ese muerto".
Al poco tiempo surgió una leyenda entre los choferes de la ruta.
Se hablaba del alma en pena de un difunto enterrado en el cementerio de la Independencia .
El caso es que al conocido músico y arreglista Eugenio Vanderhorst al enterarse de la ingeniosa macabra broma de Marcos, se decidió una noche a darle un susto a una muchacha con la que andaba en su carro.
Tomó la ruta del parque hacia el camposanto.
Cuando llegó a la puerta del cementerio, dio un viraje hacia la entrada y se detuvo de repente frente al portón que estaba cerrado.
-Aqui es que yo vivo- dijo con voz de ultratumba.
Cuando la muchacha escuchó eso entró en pánico, comenzó a gritar haciendo gran alboroto y sufriendo una crisis de nervios en medio de la cual le arañó toda la cara a Eugenio, que no esperaba una reacción de esa naturaleza.
La muchacha salió disparada del carro, despavorida y gritando. Y mientras Eugenio la perseguía para explicarle que se trataba de una broma, más corría y gritaba la muchacha creyendo en verdad que era un difunto.
Al otro día no sabía como explicar los arañazos que tenía en la cara..dizque fue una gata parida.
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Te felicito Joseph
ResponderEliminarGracias por hacerme pasar un momento tan bueno, especialmente al recordar el pasado, cuando escuchábamos tantas historias de los llamados “muertos”.
Los muertos siempre se han enterrado y por más enajenado que este una persona a la postre entiende que el lugar de su pariente o relacionado muerto es el cementerio.
Una cosa cierta es que aún en los relatos bíblicos se reseñan historias de apariciones de ángeles y demonios, a los que la gente casi siempre decían: “se me apareció un muerto”.
La Biblia registra algunas apariciones de muertos y cito: “… y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;
53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.
54 El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios.” Evangelio de Mateo capitulo 27 versos 52 al 54.
Lo que estoy muy cierto es que actualmente convivimos con ángeles y demonios, algunos le hemos permitido entrar en nuestras casas y otros han entrado sin nosotros saberlo y en algunas ocasiones han entrado a la mala. De todas maneras así lo testifica la Biblia y cito: “Hebreos 13:2 , No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.”