Los reglamentos de los premios Casandra establecen que El Soberano se entrega al artista más sobresaliente del año.
A la figura que mayor relieve alcanza en un año sin importar el género en que se destaque.
Ahí están los casos de Ramón Orlando, Pochi Familia, Angel Muñiz y Luisito Martí por la película “Nueba Yol”, y el propio Juan Luis Guerra con sus anteriores soberanos.
Si en un año no hay una figura que realiza una labor con niveles sobresalientes “fuera de serie”, entonces se busca a quien premiar por su trayectoria de vida.
Por ello no se entiende por qué hay gente asombrada de que a Juan Luis se le haya dado de nuevo El Soberano por su labor del pasado año.
Hay que decirlo, para aclarar tanta confusión e ignorancia en la gente.
Aparte de eso no es verdad que un artista que lo haya ganado no puede volver a conquistarlo.
Eso es falso de toda falsedad...
El Casandra como premio debe volver a su esencia y raíces.
La valoración del trabajo del año es lo que le confiere singularidad y dá razón a su existencia.
No puede ser una ceremonia sólo para premiar trabajos lejanos y trayectorias de vida, como algunos entienden.
No puede ser un premio que solo anda buscando viejos para homenajearlos, como algunos equivocadamente pretenden.
Y aunque de eso también debe haber, no por ello se debe transformar en una premiación geriátrica.
Honor a quien honor merezca, sin olvidarnos del presente que es en fin de cuentas lo que nos hace reunirnos cada año para galardonar a los más destacados.
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