Lo peor que pudieron hacer los dueños de El Monumento del Son fue clausurarlo, cambiarle el nombre al negocio, y hacer del mismo un monumento a la bachata.
Mataron de ese modo un negocio emblemático, de vocación turística, con un público definido, de una adultez y un desempeño económico mejor que cualquier otro.
Hay dos clase de seguidores de la música esquematizados en extremos opuestos. Los seguidores del reggaetón, con sus blinblines, sus grandes cachuchas y su ropa bombacha, y los amantes del son con sus boinas, sombreros, breteles, y sus zapatos de dos tonos.
En otro extremo pudieramos mencionar a los seguidores del ''heavy metal'' con su ropa negra y accesorios siniestros, pero ex una expresión con matices diabólicos a la cual no veo que haya necesidad de abrirle cancha porque ella se descalifica por sí sola.
Cuando vemos a un exponente del hip hop o el reggeantón lo identificamos por su carácter externo axiomatizado, y lo mismo podemos decir de los viejetetes cultivadores del ritmo del son, que se han quedado sin casa y sin monumento, porque a los dueños del establecimiento les metieron en la cabeza que les iría mejor convirtiendo el lugar en un monumento a la bachata.
Los seguidores del son se quedaron, como he dicho, sin "casa y sin monumento"...
Pero los dueños del establecimiento al hacer el cambio, se han quedado ahora "sin pito y sin flauta".
Por lo menos están empate...
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