Fue como un rejuvenecimiento instantáneo para mí, totalmente inesperado, pero que sirvió como detonante para despertar viejos y hermosos recuerdos, porque deben ustedes saber que mi primer trabajo en el periodismo, carrera a la que prácticamente he dedicado toda mi vida, fue precisamente como cronista de arte, con el pomposo título de Encargado de las páginas de Arte y Espectáculos del recién fundado periódico El Caribe. Era el año 1948.
¿Cómo alcancé esa posición, apenas a la edad de 18 años y sin ninguna experiencia acumulada? La explicación está en que yo, por extrañas circunstancias de la vida, formé parte de un grupo de jóvenes inexpertos a los cuales los directores del diario en formación entrenaron durante tres meses antes de la salida del mismo, y al final se nos evaluó y a mí se me seleccionó porque supuestamente tenía aptitudes para trabajar con los artistas. Posteriormente como es natural, se me fueron asignando otras fuentes noticiosas, pero los recuerdos que tengo de esos primeros años bregando con el mundo del espectáculo, los guardo entre los mejores de mi existencia. En esa primera etapa de mi carrera tuve oportunidad de entrevistar a artistas de todas las disciplinas, clásicos y populares, circenses, actores de cine, radiodifusores, humoristas, artistas plásticos… en fin, todo lo que pasaba por Santo Domingo en materia de arte, pasaba también necesariamente por mis manos.
De manera, pues, que les ruego no considerarme un intruso al pretender tener algo qué decirles en relación con el género elegido por ustedes dentro del ámbito periodístico, y que me acepten como uno más del grupo aquí reunido.
Se me ha sugerido que hablemos de la importancia del periodismo de espectáculos. Primero tenemos que partir por reconocer la importancia delperiodismo en general, en todos sus géneros, cosa que nadie discute, teniendo en cuenta que el mismo, o sea el periodismo, es la herramienta más efectiva en el ejercicio de la libertad de expresión en su sentido más amplio. De este principio general se derivan entonces, para citar solo algunas, las respectivas importancias del periodismo informativo, el periodismo industrial, el periodismo ciudadano, el periodismo deportivo, etcétera, incluyendo el llamado periodismo de espectáculos.
Ahora bien, ¿qué es un espectáculo? Una exhibición de aeronaves haciendo piruetas frente al malecón puede ser un espectáculo. Un perro que salta a través de un aro en llamas, puede ser también un espectáculo. Pero no es a ese tipo de sucesos a lo que se dedican los miembros de Acroarte, sino específicamente a tres de las funciones fundamentales de una prensa seria y responsable, que son: informar, orientar y entretener.
Un cronista de arte y espectáculos que se respete cumple cabalmente con esas tres funciones: informa, orienta y entretiene. Hoy cuenta, ese periodista, con el auxilio de tecnologías nunca antes soñadas que le permiten acceso, en cuestión de segundos, a los más intrincados datos que necesite para hacer su labor, pero justo es señalar que en los tiempos pretéritos la noticia de arte, espectáculo o farándula, requería como hoy de una vocación especial y una dedicación esmerada para no defraudar a su público.
No he podido, sin embargo, encontrar documentos que me permitan presentar ante ustedes datos fehacientes sobre crónicas de arte en el pasado, a no ser artículos contentivos de críticas musicales o literarias de relativo valor. Los primeros periódicos dominicanos, como “El Telégrafo Constitucional de Santo Domingo”, dirigido por don Antonio María Pineda, o “El Duende”, orientado por el doctor José Núñez de Cáceres, ambos salidos a la luz pública en el año 1821, fueron órganos eminentemente políticos y tuvieron corta vida, pues desaparecieron durante la ocupación haitiana del 1822. Y hubo que esperar hasra 1845, después de creada la República, para ver aparecer el primer periódico republicano, con el nombre de “El Dominicano”.
Fueron éstos, desde luego, impresos de precaria circulación y escasos recursos técnicos y económicos, hijos más bien de la pasión patriótica, la inquietud intelectual y los deseos de superación de sus fundadores, que de un rigor periodístico como lo concebimos en nuestros tiempos. A ellos les sucedieron otros esfuerzos notables, pero poco duraderos.
La historia moderna de la prensa dominicana podríamos ubicarla hacia los años en que La Información, de Santiago, adoptó una valiente posición frente a la primera intervención norteamericana de nuestro país, entre el 1916 y 1918.
La Era de Trujillo, como era de esperarse, fue una etapa de mordaza. El dictador creó La Nación, y luego El Caribe, para servir a sus intereses personales y políticos, y en ningún periódico podía publicarse nada que criticara a su gobierno u ofendiera a su persona, so pena de severas represalias que incluyeron, en ocasiones, la muerte. Otros periódicos no resistieron las presiones de la Era y desaparecieron, como fue el caso de La Opinión y Listín Diario. Fue una etapa negra para el periodismo nacional, pero como el arte y los espectáculos, en términos generales, no representaban un peligro para el régimen, los medios de comunicación acogieron con entusiasmo las expresiones periodísticas relacionadas con el mundo del espectáculo.
Caída la dictadura, renació la libertad de prensa. Nuevas publicaciones salieron a la luz pública y realizan todavía hoy una labor de información y orientación pública que muchas veces va a la cabeza en toda el área de la América Latina. Las nuevas tecnologías también han permitido el desarrollo de otros medios de comunicación, como la radio y la televisión, a través de los cuales también los periodistas dominicanos realizan una labor digna de reconocimiento, incluídos, desde luego, los que cultivan la crónica artística.
Hoy estamos frente al más grande y maravilloso invento o descubrimiento de la humanidad: el internet, que en cuestión de segundos nos pone en contacto con miles de millones de personas y nos permite tener acceso a un volumen de información nunca sospechado. Muchos han llegado a expresar serios temores de que en un futuro no lejano la computadora y el internet desplacen al periódico de papel y a las modalidades conocidas para ver televisión o escuchar la radio.
La historia no es nueva. Los mismos temores se suscitaron cuando se inventó la radio y se tuvo miedo de que, por su rapidez y su facilidad, la radio hiciera desaparecer a los periódicos. La historia nos enseña que, por el contrario, la radio y la prensa escrita se complementan y se sirven una a la otra en beneficio de los usuarios. Con el advenimiento de la televisión ocurrió otro tanto, con iguales resultados.
Lo importante de todo esto es que, ya sea a través del periódico impreso, de la radio, de la televisión o del internet, en el mundo hay gente muy bien informada y gente pobremente informada, y tanto a unos como a otros debe servírsele con lealtad, sin importar cuál género periodístico se practica. La información y el conocimiento, sea de espectáculos o de política o de deportes o de lo que sea, tienen que ser honestos y gozar de credibilidad para que puedan redundar en bien de la sociedad.
Una reflexión final: la ética en el ejercicio de cualquier profesión –y en este caso deseo referirme directa y principalmente a los periodistas de espectáculos, aunque el mensaje sirve para todos los del oficio-, la ética, repito, debe estar siempre presente en nuestros corazones, en nuestras conciencias y en nuestro proceder. Los jóvenes periodistas que se inician en la carrera y todavía creen en la ética como camino hacia la excelencia profesional, se encuentran a veces con algunos colegas veteranos que, desencantados talvez porque su ejercicio profesional no ha sido exitoso, les inculcan que deben olvidarse de las normas éticas, porque eso no conduce a nada, o peor todavía, “eso no paga” o “no deja”. Es, les dicen, una utopía, queriendo con ello significarles que es una simple perdedera de tiempo de los periodistas soñadores.
Pero debemos estar claros en que, ciertamente, la ética es una utopía, pero no porque sea un imposible soñado por ilusos, sino porque es un reclamo constante de excelencia y un impulso siempre renovado para ir más allá de lo que se acostumbra.
La utopía ética grita en la conciencia que lo que se está haciendo es bueno, pero que puede ser mejor; no deja olvidar que hay otras formas más exigentes de hacer lo que siempre se ha hecho. Resistirse a la utopía de lo ético es aceptar que todo se seguirá haciendo como siempre se ha hecho porque no hay manera de mejorarlo; es aceptar, sin más, que está prohibido rebelarse contra lo mediocre, lo rutinario y lo indigno, que no se puede aspirar a la excelencia, que han alcanzado rango de virtudes la pasividad, la sumisiòn y la resignación.
Los que no estamos de acuerdo con esa tabla de intenciones, gris y mezquina, rechazamos que un periodista piense, aunque sea por un instante, que “ hay que olvidarse de las utopías y de las normas éticas.”
Al fin y al cabo, si al abrazar esta profesión, de ella a uno lo seducían su dignidad, su elevado papel en la sociedad, su influencia y su capacidad para inducir cambios en la historia común, hay que estar preparados para defender esos valores por encima de todas las cosas.
Permítaseme, antes de terminar, reiterar las gracias al Comité Ejecutivo de ACROARTE por haberme escogido para iniciar estos conversatorios, que de seguro constituirán un importante aporte en beneficio de la cada vez más eficiente profesionalización de la clase periodística nacional.
Gracias Don Rafael por acentuar la importancia de la ética y los valores en los comunicadores.
ResponderEliminarQuiera Dios que asimilen sus palabras.
Ojalá que entiendan que si no informan y orientan es un ejercicio vacuo.
"la ética, repito, debe estar siempre presente en nuestros corazones, en nuestras conciencias y en nuestro proceder."
Alpha