Joseph Cáceres

Por idiosincracia de este es un país amante de lo extranjero. Desde la época del descubrimiento, que nuestros aborígenes se dejaban "joder" de los españoles, y les cambiaban pepitas de oro y hastas a sus mujeres por espejitos y otras firifollas con los cuales los conquistadores los deslumbraban.

Y así continuó la historia con algunos que entregaron y anexaron la patria a potencias extranjeras, hasta hace poco que llamaron fuerzas extrañas para que vinieran a "salvar vidas".

Ni que decir de lo bien que le ha ido aquí a todo el que ha venido de fuera, colocándose en posiciones mejores que las de mucha gente de aquí, porque en el país ser extranjero es una profesión, a menos que éste sea haitiano.

Claro, son "pobres, prietos y feos". Pero pueden estar seguros de que si las haitianas fueran rubias, de ojos azules, los dominicanos hicieran fila en la frontera, cada quien esperando "la suya".

Imaginense, Trujillo trajo españoles dizque para "mejorar la raza", y en su época fue que llegaron los árabes.

Somos así y así somos, buenos anfitriones, pero también bien lambones, desde gobernados hasta gobernantes.

Al dictador Rafaerl Trujillo se le ha querido vender como muy nacionalista, pero era el primer lambón, el que bautizó las principales calles y avenidas del país con nombres de extranjeros. Costumbre seguida luego por el doctor Joaquín Balaguer, tremendo lambón de España, de Estados Unidos y de Inglaterra, verificable con el bautizo de avenidas como la Winston Churchilll, y la J. F. Kennedy, por solo citar dos casos.

Mientas tanto, importantes héroes y grandes hombres del país, con sus nombres en callecitas y callejones, como si los estuvieran honrando "a la fuerza", por no dejar...